www.euroinmo.com

esta españa nuestra/Raúl Heras

Una guerra sin oposición

Aznar cree que la única política internacional correcta pasa por apoyar a Bush en todo lo que propone, pero eso no le ha servido de nada, hasta ahora

lunes 20 de octubre de 2014, 14:42h
La historia de la humanidad se mueve, como ya señaló Marx, como un péndulo: de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, con un movimiento uniforme, que es muy difícil romper. La única diferencia es que los acontecimientos se suceden cada vez con más velocidad y más uniformemente a lo largo de todo el planeta. Hace dos mil años podía haber una revolución en China, mientras que en Europa se vivía el apogeo del Imperio Romano en su fase más cruda y conservadora. Sólo Viriato y otros menos conocidos luchaban contra el poderío de los emperadores, cuyas legiones ponían orden desde Palestina hasta las Islas Británicas.
Ahora, los ejércitos norteamericanos preparan otra guerra contra Irak, que no será tan fácil seguramente como de la Afghanistán, pero que pone en peligro al mundo entero. Seguramente Viriato no tiene nada que ver con Saddam Hussein, pero también es verdad que entre los iraquíes habrá muchos jabatos a los que no les guste nada ni su dictador ni el presidente Bush. La guerra no está levantando muchas protestas, salvo de los miles de jóvenes que se han apuntado al movimiento antiglobalización, pero tampoco los pacifistas tuvieron mucho éxito en la Primera y en la Segunda Guerra Mundial. En cambio, lograron parar la guerra de Vietnam y hasta hubo un corto periodo en que los Estados Unidos tuvieron buen cuidado de entrometerse en la vida de los demás países. Fue el momento en que el péndulo se situó en el lado más a la izquierda, pero fue un momento, casi una milésima de segundo, en la cronología de la tierra. Enseguida llegaron la invasión de Grenada, luego la de Panamá y finalmente en 1990 la Guerra del Golfo.
Lo malo de esta guerra son, como siempre los miles de muertos inocentes (daños colaterales, les llaman) que ni siquiera contabilizan para el Pentágono, que considera que las "guerras limpias y justas" tienen algunos fallos que afectan siempre a la sociedad civil. Estoy convencido de que si para detener a un terrorista norteamericano, de esos que aparecen de vez en cuando matando gente inocente por las calles, tuvieran que bombardear un barrio de Detroit o de Chicago o de Los Angeles, los jefes de la Casablanca y del Pentágono preferirían dejar al loco suelto que destruir la ciudad. En cambio, en Afghanistán, en Libia o en Irak no viven norteamericanos y la población civil tiene que pagar el pato de lo que hacen sus gobernantes. Es el mismo principio que aplican los israelíes en Palestina todos los días. Y el que impuso Putin cuando decidió gasear a los espectadores del teatro asaltado por los separatistas chechenos.
La propaganda belicista ha afectado incluso a los dirigentes de muchas ONGs que creen que Bush va a hacerles caso y el Pentágono va a funcionar como una policía internacional que irá poniendo a buen recaudo a los jefes de estado que no funcionen democráticamente, con elecciones libres, a las mafias de las drogas y hasta a los traficantes de armas que alimentan los conflictos internos en Africa, Asia o América Latina. Kosovo fue presentado como un símbolo del nuevo uso de la guerra: una intervención directa de las tropas para evitar la limpieza étnica que los serbios pretendían hacer con los kosovares musulmanes, emigrados históricamente desde Albania. Algo así como si algún día las tropas de la Otan interviniesen en España para impedir que se coarten los derechos de los miles de marroquíes o de ecuatorianos que constituyen ya interesantes comunidades en España. Un ejército con esos objetivos tan humanitarios es lo que necesita la ONU, pero la realidad es que Kosovo sólo ha habido uno y en cambio las guerras en el cercano Oriente se multiplican, no para evitar que los israelíes sigan controlando Palestina, sino para conseguir el poder absoluto sobre el petróleo que se produce en el Golfo Pérsico.
Las esperanzas de que Irak colabore con los inspectores de la ONU y así conseguir evitar la guerra están ya prácticamente descartadas, porque Bush no se va a conformar con ninguna medida que acepte Saddam Hussein. Ni siquiera aceptaría que el dictador iraquí dejara el poder y se celebrasen elecciones libres en las que los partidos antinorteamericanos ganarían con relativa facilidad. Lo único que quiere es colocar en Bagdad a un pronorteamericano, aunque beba tanto como el ruso Yeltsin o sea tan corrupto como el ex presidente nicaragüense José Alemán.
La falta de dirigentes políticos en España se nota hasta en la débil oposición que se está haciendo en España a una guerra en la que, sin ninguna duda, los Estados Unidos utilizarán el territorio español como una base para sus ataques, lo que supondrá una mayor ruptura de España con los países árabes y los gobiernos musulmanes. Aznar cree que la única política internacional correcta pasa por apoyar a Bush, pero eso no le ha servido siquiera para que nos dejen vender las mandarinas españolas en Estados Unidos. Malo es que se declare una guerra, pero peor es que nadie proteste.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios