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Imposible de mantener

La actual Legislatura terminará oficialmente en marzo del año próximo. Realmente terminó el pasado 22 de mayo con la celebración de las elecciones autonómicas y municipales. El tiempo entre una y otra fecha equivalen a los minutos basura del baloncesto, esos en los que todo está decidido y los dos equipos se limitan a botar la pelota de una canasta a otra. Es imposible que tras la designación oficial de Alfredo Pérez Rubalcaba como candidato del PSOE dentro de unos días la bicefalia dentro del Gobierno y del partido se mantenga durante nueve meses, con dos voluntades y futuros contrapuestos, dos esperanzas distintas, dos formas de ver España y sus problemas distintas, y dos soluciones para la crisis que deberían ser y mostrarse muy distintas.

El presidente Zapatero tiene que tomar medidas que van a ser aún más impopulares y que las sufrirá en sus carnes electorales el candidato. Desde el poder autonómico y municipal que han conseguido, los populares de Mariano Rajoy van a someter a los socialistas y a sus dirigentes a una durísima crítica, achacándoles todos los males que padecemos y toda la culpa en la dureza de las medidas a tomar; y por la izquierda, desde IU a UPyD van a insistir en su estrategia de acoso a esa gran ballena blanca en la que se ha convertido el viejo partido de Pablo Iglesias y Felipe González. Los nacionalistas, por su parte, los del PNV y CiU a la vista de lo ocurrido en toda España se van a alejar lo más posible de la “contaminación” que supone pactar con el actual Gobierno de la Nación.

La crisis ha acabado con los gobiernos que estaban en el poder en Grecia, en Irlanda, en Gran Bretaña y ahora en Portugal; ha disminuido y mucho los apoyos con que contaban sus gobernantes en Alemania e Italia, y demuestra que los ciudadanos están dispuestos a cobrarse en votos lo que consideran deuda de aquellos que estaban al frente de los distintos Ejecutivos nacionales. El resultado es todavía más duro para aquellos que practicaban la vieja socialdemocracia y que sintieron la necesidad o sufrieron la imposición de imponer soluciones liberales que a nada o a muy poco han contribuido. A la vista está el reconocimiento público y por parte de las autoridades monetarias de que Grecia no puede pagar su deuda, que no puede, ni ahora, ni nunca devolver el dinero que le han prestado con sus correspondientes y duros intereses, que necesita que le dejen más dinero y que le quiten una parte importante de lo que debe. Y eso mismo va a ocurrir con Irlanda y Portugal. Europa , la Europa del euro y de los 27 países no tiene más remedio que alejarse de las recetas clásicas de contención del gasto, de la exigencia de ahorro y de las reformas laborales – sin tocar apenas las financieras – si es que quiere volver a recuperar sus propios mercados interiores y competir con los grandes bloques económicos y financieros que se están formando en este nuevo siglo.

Existe una evidente, clara y preocupante falta de liderazgo, por una parte; y un renacimiento de los peores nacionalismos frente a los demás, por otra. Europa no cree en sí misma, los más grandes desconfían de los más pequeños, se pide más centralismo económico mientras se teme la bancarrota de algunos de los miembros del club. Ahí está la Finlandia que no quería rescatar a Portugal; la Alemania que se queja continuamente de los países mediterráneos y es capaz de originar con las declaraciones de sus gestores públicos una crisis agroalimentaria de proporciones gigantescas en la que España es la mayor perjudicada. Por no hablar de las dudas y divisiones en torno a la energía nuclear, o la política de emigración, o las reacciones ante las revoluciones del mundo árabe, o la postura de guerra comercial frente a Estados Unidos y China.

En ese contexto es muy difícil que el candidato Rubalcaba o Alfredo, que así quiere que le llamen los suyos de cara a la cita electoral, pueda ganar en las urnas. Pero si, además, desde un “gobierno en funciones” como el actual se insiste en la política de los dos últimos años, habrá que quitar lo de difícil y sustituirlo por lo de imposible. Necesariamente los destinos de Zapatero y de su vicepresidente transitan por caminos distintos. ¿Quién va a organizar y para qué, con qué objetivos, con qué programas a debatir la próxima Conferencia del PSOE?. Si los socialistas quieren de verdad apostar por una más que difícil victoria o por lo menos por una derrota honrosa tienen que darse la vuelta como un calcetín, dejar de pensar en sus propios sillones y pensar en los ciudadanos, en sus votantes y en sus militantes de base, tienen que exigir a sus dirigentes, a casi todos y desde luego a los que han perdido, que pasen a un segundo plano, que dejen a otros que ocupen la dirección. Si no lo hacen y parece que no lo quieren hacer, lo que va a venir después de la derrota es una guerra entre facciones y grupos que puede llegar a destruir al partido o partirlo en trozos.

Lo más razonable para el PSOE y lo mejor para el país sería que las elecciones se celebraran en octubre, a primeros de octubre, con el tiempo justo que marca la Ley para disolver las Cámaras. Se ganaría un tiempo preciosos, para elaborar los nuevos Presupuestos Generales desde el nuevo Gobierno y con los respaldos políticos necesarios para llevar adelante todas y cada una de las medidas que se consideren necesarias. Se podrían coordinar de manera mejor y más eficaz las distintas políticas entre estado y autonomías y ayuntamientos. Coincidiría en el tiempo con el cambio en el Banco Central europeo, que podría acompañarse con el del Banco de España y defender desde nuevas posiciones el sistema financiero español y el final de la primera fase de su reestructuración, y el nivel de deuda pública y su imagen en los mercados internacionales.

No podemos estar nueve meses enfangados en otra larga y destructora campaña electoral que impida a los nuevos gobernantes elegidos el 22 de mayo centrarse en los problemas de los ciudadanos y no en la listas de los respectivos partidos, que sepan con quién van a negociar sus recursos financieros, con quién van a hablar de transferencias, de la sanidad y la educación. Alfredo Pérez Rubalcaba tendrá que apelar a la cordura y no a los intereses personales de sus compañeros para conseguirlo si quiere ser algo más que un fusible puesto para que salte a las primeras de cambio.
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