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Los poderes de Gallardón

El aparatichi del PP, el político, el económico e incluso el mediático, se ha pronunciado, o así parece, para indicar por boca de Manuel Fraga la dirección del futuro liderazgo del partido, un camino que conduce directamente al hoy alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, curiosamente cortejado estos días por medios de comunicación que hace tan sólo unas semanas dirigían sus loas hacia la Real Casa de Correos.

El padrinazgo ejercido desde tiempos inmemoriales por Manuel Fraga hacia el alcalde capitalino no es ningún secreto. Gallardón es y se siente el “hijo predilecto” del ex presidente de la Xunta, la única persona que, como se recordará, ha hecho aflorar públicamente las emociones de alguien tan poco proclive a ello como el regidor madrileño, cuando éste tuvo que compendiar la figura de su mentor en la presentación de un libro.

Lazos políticos y sentimentales, por tanto, muy estrechos, que han blindado durante mucho tiempo al “verso suelto” del PP de sus enemigos, pero que nunca habían derivado a una defensa tan explícita por parte de Fraga sobre el papel que debe jugar el alcalde de la Villa y Corte en el Partido Popular.

La crisis que atraviesa el PP parece haber acelerado los tiempos para el maestro y el pupilo. El primero, conocedor como pocos de la confluencia de intereses que convergen en la designación de un líder y ante el “pasotismo” de figuras como Aznar o Rato, se ha erigido como el gran chamberlain no tanto de lo que ha de acontecer en unos pocos días en el Congreso del Partido Popular, en el que Rajoy confirmará su reelección como presidente, si no de lo que debe suceder en un 2011 en el que los populares, siempre que el gallego no se enroque, elegirán a su candidato a la presidencia del Gobierno.

Sólo así se explica la beligerancia de Fraga hacia quien viene poniendo piedras en las traviesas del ascenso de Ruiz Gallardón, una Esperanza Aguirre a la que el fundador del PP ha denostado en las últimas semanas en más de una ocasión, casi las mismas en las que ha puesto de relieve la valía del alcalde y el papel que éste está llamado a jugar en el futuro del partido.

El hoy veterano senador se ha mostrado cristalino, tanto en lo que dice como en lo que da a entender, de cuál será el devenir del PP en los próximos años. Apoya a Mariano Rajoy para que ocupe en este primer periodo postelectoral la presidencia del partido, pero dejando la puerta abierta a posibles cambios conforme se sucedan las revalidas electorales que ha de enfrentar el líder popular.

Fraga, al igual que otros dirigentes que ambicionan el sillón de Génova; Camps, González Pons, o Núñez Feijoo, no tiene prisa, todo lo contrario. Todos quieren que el cambio en el PP caiga como fruta madura, dándoles tiempo para preparar su alternativa. Y es en este escenario en el que el ex presidente de la Xunta ha tenido la habilidad, y también el poder, de colocar a su pupilo en la primera línea de la sucesión.

Gallardón no tiene un gran ejército, ni siquiera pequeño, tras de sí, carencia que se ha puesto reiteradamente de manifiesto en el feudo madrileño. Sí tiene, y de manera holgada, grandes apoyos entre el empresariado y los medios de comunicación, sin hablar de los sociales que han hecho del alcalde uno de los huesos más duros de roer electoralmente. Poderes todos ellos sin los que al día de hoy es casi inviable poder alcanzar La Moncloa, y de los que, al parecer, en estos momentos adolece Esperanza Aguirre. El “aparato” del poder en su más amplia acepción no quiere a la presidenta madrileña al frente de Génova, un rechazo que han escenificado los barones populares, incluida quien fuera una de las niñas mimadas de su Gobierno, María Dolores de Cospedal, por no hablar del “bajonazo” de Manuel Lamela apoyando a Rajoy.

Una situación poco entendible y lacerante no sólo para la presidenta madrileña sino también para su círculo más próximo, para el que resulta poco comprensible las razones de tal desafecto, después que Aguirre proporcionará cobijo en su Gobierno a tanto y tanto dirigente de su partido descolgado tras el fracaso electoral del 20004. La lideresa podría convertirse en la “mal paga” del PP sí la “conjura” del poder prospera.
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