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pasaba por allí/Olga Heras

¿Martirologio popular?

La mejor defensa es un buen ataque, y Arenas y algunos cargos del Partido Popular lo han entendido en en más amplio sentido del término

"OlgaSerán rojos y también masones, o simplemente lo primero y no lo segundo, o tal vez a la inversa. La relación de Javier Arenas no despeja las dudas sobre el perfil de esos peligrosos agitadores del PSOE e IU que recorren las calles en manifestación y portan un "no a la guerra" sobre sus solapas a lo largo y ancho de la Comunidad de Madrid.
La "lista negra" del dirigente popular sólo aporta datos, al parecer, sobre la filiación actual del investigado, dejando muchas lagunas sobre el bagaje político que les acompaña, so pena que se sea un demostrado y recalcitrante "comunista". Arenas, que quizá por falta de experiencia ha obviado aquellas "florituras" que acompañaban los expedientes elaborados en la antigua sede de Gobernación hoy convertida en "Real Casa de Correos", ha mirado, sin embargo, con lupa cada uno de los acontecimientos, actos o reuniones del PP en que han estado presentes concejales o simpatizantes de los partidos de la oposición. Tan pormenorizado examen ha dado como resultado la catalogación de "elementos" alborotadores de algunos dirigentes que hasta ahora eran ensalzados por el propio Partido Popular por el talante y la gran capacidad para el diálogo demostrado a lo largo de varias legislaturas. Tal es el caso del único edil de IU de Villaviciosa de Odón, Mariano Pérez, acusado por Arenas de llevar la consabida pegatina en un acto institucional de esta localidad, en concreto la inauguración de una depuradora, presidido por el mandatario autonómico, Alberto Ruiz Gallardón (la metedura de pata de Arenas sería aquí más flagrante ya que, al parecer, el edil de IU habría recibido el agradecimiento de la alcaldesa del PP villaodense por impedir un ataque a la sede popular). Preocupación también en las filas socialistas ante la aparición de una concejala del PSOE de Getafe en la lista del PP. El propio secretario de Organización de la FSM, Antonio Romero, se habría interesado recientemente por el peligroso activismo de Avelina González, quien tuvo, al parecer, la nada oportuna idea de ir a buscar a un familiar al Cercanías el mismo día que los populares celebraban un acto, precedido de la habitual protesta ciudadana, en un teatro cercano a la estación. Dos casos que el PP exhibe, no obstante, como susceptibles de dudas, por lo que ha dejado en manos de los responsables de ambas organizaciones una investigación más exhaustiva, para que sean éstos los que decidan si es preceptivo o no sumar a estos ediles a esos 50 nombres más sobre los que pesa ya una acusación expresa del secretario general del PP (véase en Madrid los de la candidata de IU de Pozuelo, Carmen Suárez, y el del número tres de la coalición también en esta localidad, José Antonio Vila, a quienes las cámaras filmaron, brazos cruzados y manos en los bolsillos, en una protesta durante un acto de Esperanza Aguirre). La mejor defensa, dicen, es un buen ataque, y Arenas y algunos cargos del PP lo han entendido en el más amplio sentido del término, poniendo a los apedreamientos y pintadas a las sedes del Partido Popular el inequívoco calificativo de acciones de la kale borroka y señalando después como aquiescentes de ello a alcaldes y dirigentes de las otras formaciones. Si la guerra no fuera de por sí una acción delirante, constaría entender que la vida política y municipal, en este caso la madrileña, se haya transformado estas últimas semanas en un absoluto despropósito. Claro que ha habido con anterioridad sedes de IU o del PSOE que han sido, y son, objetivo de ese mismo e ignominioso vandalismo, pero ninguna de estas organizaciones han convertido esos incidentes en cuestiones de Estado tal y como pretende ahora el Partido Popular, ni han señalado con dedo acusador a ninguna sigla contraria a la suya. Pide el PP, exhibiendo razones, respeto para su campaña electoral y es comprensible que se le demude el rostro al sufrir en sus carnes la ira de una guerra hecha en contra de la opinión ciudadana, pero de ahí a querer convertir unos lamentables y condenables hechos en el martirologio popular hay una diferencia; la de radicalizar o no la vida pública. Tensiones que el PSOE e IU han intentado rebajar en estos últimos días, controlando cualquier manifestación pública que pudiera levantar las suspicacias de los populares, conocedores, no nos llamamos a engaño, del efecto boomerang que puede tener sobre ellos mismos el que los dirigentes del PP se conviertan en "víctimas" colaterales de la guerra. Unos esfuerzos en aras de la ponderación que a punto están de quebrarse tras la publicación de la controvertida "lista negra", algo que ha supuesto la gota que ha colmado el vaso de los dirigentes de esta coalición, que se han mostrado rotundos a la hora de anunciar su respaldo jurídico a todos aquellos cargos de Izquierda Unida "fichados" por Arenas, que deseen interponer una demanda contra el secretario general del PP. Crisis política, por tanto, y ruptura institucional, en la que la conciliación de posturas se antoja cada vez más difícil, máxime con exposiciones como la del líder popular del País Vasco, Jaime Mayor Oreja, aludiendo al peligro que supone para la democracia esa "izquierda radicalizada", o con la inhibición de concejales del Partido Popular a la hora de participar en los minutos de silencio convocados en algunos ayuntamientos por el primer español muerto en Irak, el periodista Julio Anguita Parrado (hijo del ex líder de IU, Julio Anguita). Una víctima innecesaria, esta vez sí que sí, de la violencia mercenaria (una tragedia a la que se suma ahora otro periodista muerto, el cámara de Telecinco, José Couso).
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