esta españa nuestra/Raúl Heras
Miedos de candidato
Alberto Ruiz-Gallardón teme perder las próximas elecciones municipales de Madrid porque habría fracasado en su intento por suceder a Aznar
lunes 20 de octubre de 2014, 14:42h
Asegura en público Alberto Ruiz-Gallardón que Aznar tiene todas las razones posibles e imposibles para mantener su posición sobre Irak, y que lo hace por ser lo mejor para España, pese al posible coste político en votos que tenga el PP en las urnas del 25 de mayo. A él, como candidato a la alcaldía de la capital, le mueven los mismos afanes y confía en la madurez del electorado.
Son las frases de un "hijo pródigo" que ha sido indultado de sus errores pasados y confía en que el "padre" aún pueda ofrecerle el pan y la sal de la sucesión. Tan sólo necesita que el partido lo pase mal en toda España, incluida la comunidad madrileña, y que él, de nuevo, y por mayoría absoluta, salga airoso del trance. Entonces, dice hasta un excolega suyo reconvertido en ministro, irían los suyos en procesión como ya fueron en el verano del 89 a Perbes, a decirle: "Alberto, en tus manos está nuestro futuro".
Con toda la primera fila del PP arrasada por la guerra, y los barones autonómicos batiéndose en retirada en Baleares, Aragón, Asturias, Andalucía..., al centrismo renqueante y paralizado por el ataque de la bacteria de la derecha pura y dura, no le quedaría más salida que jugarse sus opciones en un cara a cara entre Gallardón y Zapatero. Habrían quedado fuera de juego Rodrigo Rato, Jaime Mayor Oreja y Mariano Rajoy. No podría aparecer Loyola de Palacio por los efectos contagiosos de su hermana Ana desde Exteriores. Estarían privados de posibilidades Angel Acebes, Federico Trillo y Javier Arenas. Y en solitario desde su ínsula mediterránea mantendría su estandarte Eduardo Zaplana, el otro delfín al que podrían aplicársele los mismos razonamientos que al actual mandatario madrileño si consigue que su sustituto en las listas, Francisco Camps gane por mayoría absoluta, y que la alcaldía de Alicante se mantenga en las mismas manos.
Es el cuento de la lechera, con el peligro para su protagonista de haber vertido demasiados litros de alabanzas antes de haber vendido el producto. Y de tener pegada a su candidatura la más alargada de las sombras presidenciales, la que proyecta Ana Botella como número tres de una lista que hasta hace unos meses aparecía como imbatible y cargada de futuro para todos los que en ella concurrían.
El miedo privado del candidato Gallardón lo expresa en público con sordina el más fiel de los suyos, su consejero y aspirante a vicealcalde, Manolo Cobo. Los sondeos hablan de varios puntos de caída libre del PP en las grandes ciudades, con Madrid y Barcelona a la cabeza. La crisis de Irak es la culpable, junto al "chapapote" gallego. Don Alberto tiene los datos y la certidumbre de que un revés en Madrid acabaría con la mayor parte de sus ilusiones. Por eso se ha lanzado a una carrera de fondo contra Trinidad Jiménez. Quiere tapar con enterramientos de la M-30, grandes proyectos arquitectónicos para la candidatura olímpica de 2012, con una capital transformada de arriba abajo, y con un nuevo y más grande supermetro los azares internacionales en los que se ha envuelto la España de Aznar.
Necesita el presidente madrileño ganar el encargo de su jefe y de nuevo amigo. Lo necesita tanto como necesita Aznar una guerra corta, rápida, casi sin sangre y sin imágenes; y una paz de petróleo barato y recuperación económica que haga olvidar que bajo las ruinas de Sadam Hussein se esconde la ruptura del orden mundial, y que el nuevo imperio será generoso con los aliados más fieles.
Tan solitario como él en estos momentos, el único de los aspirantes a la sucesión de Aznar que queda de verdad en pie, Rodrigo Rato, se enfrenta al deterioro económico que una guerra larga en Irak produciría en toda la UE; y a las posibles "represalias" que los dos socios más fuertes de la UE puedan urdir contra nuestro país. Francia y Alemania son la espina dorsal de la vieja y nueva Europa. Su centralidad no puede ser discutida, ni cambiada por más países del Este que se sumen al club de los quince. Es un problema de tamaño, de población y de cohesión interna, junto a los de desarrollo tecnológico, capacidad empresarial y zonas históricas de influencia.
A favor de Rato juegan dos circunstancias aparentemente contradictorias y una de las cuales choca de forma directa con las ambiciones, cálculos y proyectos de Ruiz-Gallardón. Si el PP tuviera un serio revolcón el próximo 25 de mayo en las elecciones autonómicas y municipales por el apoyo de Aznar a la guerra, y el presidente del Gobierno asumiera la responsabilidad del resultado, sólo tendría que dejar su sitio a su vicepresidente económico, que podría afrontar los meses que quedaran de Legislatura con el objetivo fundamental de cerrar las heridas y devolver al PP las ganas y posibilidades de victoria. Si, por el contrario, el PP no sufriera en sus carnes electorales el aguijón de ese 90% de españoles contrarios a la intervención armada en Irak, podría esperar con tranquilidad a la designación de Aznar y el aplauso de los suyos.
Una última razón a favor de Rato: dentro del PP nadie discutiría su liderazgo y casi cualquiera podría trabajar en su equipo. El no podría mantenerse como vicepresidente con otra persona que no fuera Aznar. Su talón de Aquiles está en el mundo empresarial familiar que le rodea, pero en ese, salvo los errores y salidas de pata de banco de algunos "Marcelinos", puede que todo esté controlado y bien controlado. Dicen los que conocen bien ese mundo en el que los naufragios son siempre espectaculares que no sólo hay que tener munición, también se deben tener pistolas y manos dispuestas a apretar los gatillos.