villa y corte/Alberto Delgado
Demasiada delincuencia
Madrid se ha convertido en el rompeolas de todas las violencias desatadas
Que la inseguridad ciudadana sea el problema que más preocupa actualmente a los madrileños es algo que no debe causar extrañeza. La tasa de criminalidad en Madrid es casi el doble de la media española. Atribuir este aumento de la delincuencia a la inmigración sería un grave error. Pero ignorar la existencia de mafias organizadas, que controlan el tráfico de drogas, la prostitución, los asaltos y robos a personas y establecimientos, y de las que forman parte, junto a españoles, delincuentes extranjeros, sería volver la espalda a la realidad.
Las palabras de Ana Botella, quizá poco afortunadas en la forma, ponen de relieve algo que está sobre el tapete: la mayoría de los inmigrantes vienen a trabajar, y están contribuyendo con su esfuerzo a cubrir puestos de trabajo en los que existe déficit de mano de obra. También contribuyen a elevar las cuotas de cotización a la seguridad, aunque demanden su derecho a tener vivienda y enseñanza, a disfrutar de una vida digna. Deben ser recibidos con respeto, y acogidos como lo fueron tantos españoles que emigraron a Europa y América en otros tiempos. Pero hay inmigrantes que no vienen a trabajar, sino a delinquir, y a los que debe combatirse con todas las armas legales de un Estado de Derecho, con más policías, más jueces, y con las modificaciones necesarias en nuestro ordenamiento jurídico.
Junto al crimen organizado, hay una especie de crispación social que conduce a una violencia desatada: los celos acaban a cuchilladas, las discusiones de tráfico terminan en agresiones, los altercados de jóvenes en discotecas tienen un final sangriento. ¿Qué nos pasa? Madrid se ha convertido en el rompeolas de todas las violencias.