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el periscopio/Rafel Gómez Parra

La Cruz Roja de los pobres

La única solución a la inmigración es enseñar a los países del llamado Tercer Mundo a desarrollar sus economías y sistemas políticos

"RafaelJohn Calvin Batchelor ya lo escribió en "El nacimiento de la República Popular de la Antártida" (1983), una de las mejores y más densas novelas de ficción que se han publicado en los últimos treinta años. Al estilo de Aldous Huxley en "Brave New World" (1932) o de George Orwell: 1984 (publicada en 1948), Batchelor pronostica una degradación de las luchas nacionales y de los conflictos sociales y religiosos que llevan a unos norteamericanos desertores de la guerra de Vietnam, refugiados en Suecia, a compartir una huida de este país escandinavo acompañados de una economista de la escuela de Jeremías Betham (el super utilitarismo), un cura de la iglesia protestante sueca, y un grupo de inmigrantes de todas las razas y nacionalidades, por los mares de todo el mundo.
El barco, bautizado con el nombre de "Angel de la Muerte", no puede hacer escala en ninguna parte porque los países desarrollados prohiben la entrada de inmigrantes y les meten, a su vez, en barcos, verdaderos cascarones llenos de desharrapados, que acaban muriendo de hambre y sed en altamar. El "Angel de la Muerte" y sus ocupantes acaban cayendo en manos de la Cruz Roja del Sur, una organización no gubernamental a la que los estados ricos han dado la Antártida para encerrar allí a las miles de criaturas que se niegan a morir en el mar. Los ricos, dice Batchelor, hacen caridad para matar a los desarraigados. La historia, leída hoy veinte años más tarde de que fuera escrita, parece no una ficción sino una crónica de la realidad. Leemos, por ejemplo, que algunos estados norteamericanos están estudiando la posibilidad de habilitar barcos viejos para dar albergue a los miles de marginados que se van amontonando en las calles de las principales ciudades. Y ahora ha surgido la noticia de que el Gobierno español está construyendo en Fuerteventura la mayor instalación para "albergar" a los miles de inmigrantes subsaharianos (por no decir negros) que llegan cada día a las costas canarias, simplemente porque son las más cercanas a la costa africana. En la actualidad hay más de 2.000 inmigrantes en esta isla canaria y simplemente se ha quedado ya pequeño el centro que se ha proyectado construir para 1.200. De ahí a meter a los "irregulares" y a los "sin papeles" en viejos cascarones y enviarlos a las tierras desiertas de la Antártida hay un paso.
Sólo en lo que va de año, más de 50 personas han muerto intentando atravesar el Estrecho de Gibraltar o en las costas de Canarias. En el año 2002, la Asociación pro Derechos Humanos de Andalucía contabilizó más de 150 muertos en el mar que separa Africa de Europa. Si tenemos en cuenta que por cada uno que se ahoga y es encontrado en el mar, dos o tres no aparecerán nunca o no se publicará la noticia de su desaparición, la tragedia se multiplica por dos o por tres.
La Ley de Extranjería no ha resuelto ninguno de los grandes problemas de la inmigración en España. El Gobierno pone el acento en la lucha contra las mafias que transportan a los inmigrantes en condiciones infrahumanas, y hasta la policía anuncia con frecuencia la detención de empresarios que explotan a los sin papeles, aprovechando su desamparo. Pero nada de eso sirve para disuadir al senegalés o al congoleño que huye de su país para salvar la vida y que se encuentra con una barrera infranqueable de fronteras y un mar que separa los continentes.
"La Ley de Extranjería, basada en la filosofía de la política de cierre de fronteras a cal y canto, cuyo objetivo es la consolidación del espacio "Europa Fortaleza", es la principal responsable de estas muertes –afirma un comunicado de la ApDHA (Asociación Proderechos Humanos de Andalucía)- porque al concebir el cupo como único sistema de acceso a nuestro país por vía legal y, simultáneamente, bloquear absurdamente el régimen general y ampliar el número de países que necesitan visado, el Gobierno está condenando a miles de personas a intentar la entrada clandestina en nuestro país, a arriesgar la vida y perderla y muchas veces a ponerse en manos de las mafias. La Ley de Extranjería, en vez de aliviar la situación, ha supuesto en este sentido un verdadero acicate y estímulo para las redes de tráfico de personas más o menos informales u organizadas".
Es difícil encontrar una solución a la inmigración cuando ésta se generaliza cada día más debido al empobrecimiento progresivo de los países del llamado Tercer Mundo. La única solución sigue siendo que se encontrara la manera de ayudarles a desarrollar sus economías y a mejorar sus sistemas políticos, pero el mundo anda al revés.
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