Teléfonos eróticos

En plena crisis del Prestige, y cuando muchos esperábamos un Consejo de Ministros monográfico para combatir los efectos de la marea negra, el Gabinete se reunió un viernes en Moncloa para limitar a media hora las llamadas a los teléfonos eróticos. Ha debido ser tras larga y apasionada discusión, pues la medida se las trae: ¿por qué media hora y no una? Tras una llamada a un teléfono erótico se encuentra un espíritu solitario, una persona que necesita equilibrar sus afectos, relacionarse. Si el mundo hubiese evolucionado como lo imaginábamos hace algunos años, nuestros gobernantes organizarían una red de centros psicológicos donde los ciudadanos con ese desequilibrio recibirían apoyo; pero, claro, el mundo ha ido por otro lado y en la sociedad de hoy, en la que se entrevé para mañana, la persona tiene poca importancia para los absolutismos que gobiernan nuestro planeta; me refiero al militarismo desaforado de los gobernantes norteamericanos, al fundamentalismo islámico, al nacionalismo excluyente y demagógico de tantos gobernantes, al repliegue de la Iglesia Católica, a posiciones que creíamos superadas y a otras lindezas.