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¿Un musulmán civilizado?

¿Un musulmán civilizado?

Tariq Ramadán es un ídolo para buena parte de esos millones de jóvenes musulmanes, que andan desparramados por Europa y se han convertido en carne de cañón para Al Qaeda y en el objetivo sociológico de los incendiarios clérigos islámicos que odian al infiel.
El hombre no quiere definirse de otra manera que como “un musulmáneuropeo”. Hace unos meses, compartió escenario en Madrid con el presidente Zapatero, con el ex presidente González, con ministros como Miguel Angel Moratinos y Carmen Calvo, con periodistas como Juan Luís Cebrián, Teresa Aranda y Ernesto Delkader, y con personajes como Rosa Regás y Leonardo Boff. Vino invitado por la Fundación Atman, un proyecto, que patrocina el empresario iraní Masud Fandi e impulsan altos cargos del Grupo Prisa, con el encomiable deseo de impulsar la paz y promover el diálogo en el planeta.

Llama la atención que ese mismo Ramadán, a quien se agasaja en España, sea considerado un peligro público y una amenaza para la paz en EE.UU. No sucede cada día que el Departamento de Seguridad Nacional norteamericano revoque un visado expendido a un académico de nacionalidad suiza, contratado para dar clases de islamismo en una de las principales universidades del país. Pero ocurrió. El 28 de julio de 2004, las autoridades norteamericanas cancelaron el visado de Tariq Ramadán y desde entonces lo tienen en la lista negra.

Habrá quien diga que los norteamericanos son unos paranoicos, que ven enemigos por todos lados y se equivocan con Tariq Ramadán. Y habrá otros, entre los que me incluyo, convencidos de que algo falla a este lado del Atlántico. ¿No han reparado en que dos años después del 11-M no existe la sensación de que la masacre podría volver a ocurrir?
¿No les llama la atención los esfuerzos que hacen columnistas, tertulianos y políticos por subrayar que el Islam es una “religión de paz”? Y lo hacen aunque intenten condenar a muerte a un sujeto porque se convirtió al cristianismo en Afganistán, o se vuelen en pedazos los terroristas bendiciendo a Mahoma.

Una de las razones que explican la proclividad musulmana de la izquierda europea –tanto la del caviar como la del puño cerrado-, es que percibe el islamismo como una fuerza antisistema y por tanto como un engorro para Estados Unidos. Sólo con ese telón de fondo se puede entender que periódicamente bandadas de mujeres de la farándula, cuyas costumbres, hábitos, biografías y legítimas libertades las harían candidatas al flagelo o la lapidación en cualquier país islámico, se tomen la molestia de viajar a Gaza, a Irak o cualquier territorio repleto de fieles al profeta Mahoma, para proclamar allí su apoyo al gerifalte de turno.

Les da y les ha dado igual que el elogiado se llamase Sadam Husein, Yaser Arafat o Almanzor. El único requisito imprescindible suele ser que el venerado odie mucho a los norteamericanos, hable pestes de Occidente y amenace a Israel. Dicho esto, a uno ya no le extraña que inviten a Tariq Ramadán.
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