Tabaco y drogas
La campaña antitabaco, por parte de las autoridades sanitarias, no está rindiendo, hasta el momento, los frutos apetecidos. La costumbre, o el vicio, de fumar, en personas que lo llevan haciendo prácticamente toda su vida, es difícil de eliminar en un breve plazo de tiempo.
Las cifras de consumo de tabaco aumentan, en vez de disminuir. En los nueve primeros meses del presente año ha crecido un 1,6% respecto al mismo período del año anterior. Los mayores esfuerzos deben dirigirse a los jóvenes, para que no se inicien en el vicio. Es más fácil no empezar a fumar que dejar de hacerlo.
Pero los esfuerzos para conseguir que los ciudadanos dejen de fumar no deben hacernos olvidar un problema que es todavía más grave, especialmente en los jóvenes: el consumo de drogas. Porque las consecuencias son todavía más devastadoras para los que toman drogas, y su repercusión social es indudable, ya que en muchas ocasiones la vinculación entre drogas y delincuencia se refleja en el número de delitos a consecuencia del tráfico y consumo. La Fundación de Ayuda contra la Drogadicción ha señalado que se observa un aumento en el consumo de drogas en los jóvenes, especialmente en el cannabis, el alcohol, la cocaína y las pastillas. La edad de inicio cada vez es más temprana, y a partir de los trece años ya hay jóvenes que han caído en la trampa de la droga.
Detrás de este problema social hay una causa económica. Se da la paradoja de que el mismo Gobierno que lanza una campaña antitabaco se lucra de los impuestos por su venta. Pero el gran negocio, en manos de la mafia, es el de la droga: un negocio que mueve miles de millones y que no tributa a Hacienda. Los esfuerzos policiales, que se vienen produciendo con regularidad para detener a narcotraficantes e incautar remesas de droga procedente del extranjero no son sino la punta del iceberg. Aparte de las campañas de prevención y sensibilización, es precisa una actuación internacional ante un problema que afecta, en mayor o menor medida, a todos los países.