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Nacionalismo con marcha atras

lunes 20 de octubre de 2014, 14:42h
El Plan Ibarretxe debe dejar paso al Plan Guevara. Javier Madrazo ha entregado la llave de la gobernación de Euskadi a Arnaldo Otegui. El nacionalismo ha retrocedido y los constitucionalistas han recuperado el terreno perdido. Con un País Vasco más de derechas, todo se parece mucho a lo que había hace 20 años.
El nacionalismo vasco que representan el PNV y el “hermano separado” de Eusko Alkartasuna está donde estaba hace veinte años. Con una participación similar a la de 1986, han conseguido los mismos votos y un escaño menos. Eso sí, con mayor población con derecho a voto. Aquello que representan Ibarretxe, Ardanza e Imaz alcanzó su mayor momento de gloria hace cuatro años, cuando se jugó al todo o nada entre soberanistas y constitucionalistas y el PNV logró un porcentaje de voto útil entre los seguidores de la antigua HB de Arnaldo Otegui. Han vuelto las aguas a su cauce y el viejo partido de Sabino Arana y de Aguirre no avanza.

Tenemos un nacionalismo más radical, pero menos mayoritario. Si hace veinte años representaba al 58% de la población, ahora se queda en el 53%, mientras que los constitucionalistas han avanzado desde el 38% de 1986 al 45% de estos comicios, sobre todo gracias al avance del PP, que en aquellas fechas apenas representaba el 5% y hoy está en un cómodo 17%. Los socialistas, por su parte, y tras la “fusión” con Euskadiko Ezkerra, que en aquellos comicios tenía un 10% de voto más nacionalistas, han regresado al 22% de sus votantes más fieles.

Para los que creemos que la pluralidad autonómica que fija nuestra Constitución es compatible con la unidad del Estado; y que esta unidad está por encima de las apetencias partidistas de una u otra fuerza, ya sea vasca, catalana o gallega, el camino recorrido en estos veinte años conduce al optimismo más que al pesimismo. Con un Plan Ibarretxe sobre la mesa y un terrorismo que no encuentra más salida que la renuncia a las armas y a la violencia para poder mantener su proyecto político –con continuos cambios de nombre en su representación–, el resultado de las urnas en este 2005 hace pensar que los vascos quieren autonomía, pero no independencia, quieren fortalecer sus instituciones, pero dentro de España, desean conservar sus señas de identidad y recuperar su lengua, pero no a costa de la segregación del Estado. Son buenas noticias, cargadas de esperanza.

El lehendakari ha fracasado en su intento de convertir estas elecciones en un solapado referendum de su plan. Los votos le han dicho ‘no’. El PNV ha perdido cuatro parlamentarios respecto a 2001, mientras que la “cara” de HB, el recién nacido Partido Comunista de las Tierras Vascas, sólo ha recuperado dos de esos escaños, y muy lejos de los 14 que lograra en 1998. Sonreirá Ibarretxe y sonreirá Otegui, pero sus conciudadanos les están diciendo que no desean llegar al extremo de la ruptura. Y se lo están diciendo en un país, en una comunidad, en donde la libertad de expresión está secuestrada, y en donde la mitad de la población, los votantes del PP y del PSOE, viven con miedo y bajo la presión constante de la violencia.

Desde la perspectiva de la estructura territorial del Estado, algo se ha avanzado en el mantenimiento de la unidad si cogemos la perspectiva de los últimos veinte años. Dos décadas en las que el PNV ha vuelto a “unirse” tras la ruptura histórica entre Xabier Arzálluz y Garaicoetxea, los dos “gallos” que tenía en su seno la formación histórica a la llegada de la democracia; y en las que el nacionalismo radical y violento ha visto cómo sus “ejemplos” europeos se debilitaban hasta desaparecer, y ellos mismos perdían votos y representación, al tiempo que se desgajaban de sus filas aquellos que ya han renunciado a la violencia como método de ejercer la política.

Si la mirada la efectuamos desde el plano ideológico: izquierda–derecha, descubriremos que es mucho más difícil en Euskadi por el elemento nacionalista que perturba el carácter conservador que tienen tanto el PNV como el PP, como la socialdemocracia que existe tanto dentro de la antigua EA como en el PSE–EE; e incluso el marxismo tan diferente que representa el mundo de HB y el de IU-EB. Dentro de esa dificultad se puede ver que el País Vasco es un poco más conservador, entre tres y cinco puntos, y un poco menos progresista, hasta ocho puntos de diferencia si aglutinamos todo el conjunto que puede haber entre el centro-izquierda y la izquierda más radical, con una mayor zona de indefinición en el centro.

A lo largo de este tiempo, los veinte años, se han ensayado varias fórmulas de gobierno y de oposición: desde el transversalismo que representaron los gobiernos de Ardanza y Jáuregui, hasta el último tripartito con Ibarretxe y Madrazo. Y desde el enfrentamiento entre PP y PSOE en busca de la “segunda plaza” electoral, al acuerdo-pinza que ensayaron sin éxito Mayor Oreja y Redondo Terreros. Todo un tiovivo para regresar casi al punto de salida, con parecidos enfrentamientos y distancias dentro del nacionalismo y las mismas desconfianzas y mutuos ataques entre las llamadas fuerzas constitucionales.

Salvo que el PNV desista de formar gobierno y convoque nuevas elecciones ante la imposibilidad de lograr una mayoría en el Parlamento vasco sin el concurso del PCTV; las fórmulas para gobernar Euskadi pasan por una doble vertiente: o se entienden el PNV y el PSE-EE para formar un Gabinete sometido a un programa de mínimos que pase por el abandono del Plan Ibarretxe y la asunción del Plan Guevara; o el PNV tiene que formar un tripartito con Aralar y EB, aceptando el apoyo externo y circunstancial de las gentes de Otegui. Forzar la vía independentista sería un suicidio hasta para los que abogan dentro del PNV por una mayor relación con los abertzales cercanos a ETA, aún a cambio de una declaración de tregua indefinida por parte de la banda terrorista.

Hace cuatro años, Madrazo, con sus tres diputados, se convirtió en la llave del Gobierno. Ahora, esos mismos tres escaños en el Parlamento no bastan, y la llave, la gran llave de la gobernabilidad ha pasado a manos de Arnaldo Otegui, o lo que es casi lo mismo, a manos de ETA. Suena fuerte, pero ese es el resultado. Se van a necesitar dosis mayúsculas de habilidad y prudencia en las próximas semanas. Y es difícil que la Legislatura vasca “aguante” cuatro años.

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