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Raúl Heras/ esta españa nuestra

Gallardón adivinó su derrota

lunes 20 de octubre de 2014, 14:42h
El miércoles día trece, cuando los más de trescientos miembros de la Junta Directiva Regional del PP se marchaban a su casa a la una de la madrugada, cansados y con todas las dudas sobre la actitud que tomaría el alcalde de la capital del Reino, el equipo de éste, con Manuel Cobo, Pilar Martínez, Pedro Calvo y Juan Bravo al frente, ya sabían que todas las luces de alarma sobre su futuro en el partido se habían encendido.
Alberto Ruiz-Gallardón supo que, si se mantenía en el campo de batalla, iba a cosechar la derrota más grande de su carrera, y no a manos de la oposición, sino bajo el duro puño de hierro envuelto en guante de seda de su compañera Esperanza Aguirre. Los más optimistas le auguraban un quince por ciento de apoyos en el futuro Congreso Regional. Los más pesimistas no pasaban del cinco.

La Junta comenzó en un ambiente de máxima tensión y con los nervios de más de un asistente a punto de estallar. Los ánimos presagiaban mucha dureza y las casi sesenta intervenciones así lo demostraron. Inició las escaramuzas Manuel Cobo, defendiendo su candidatura y atacando la campaña que, según él, se venía haciendo en contra del Ayuntamiento de la capital y del equipo de gobierno por parte de los hombres de Aguirre, y se apoyó en artículos de periódicos que llevaba en su carpeta. Fue un discurso vehemente, y la impresión general fue que desde la alcaldía se estaban perdiendo los papeles. Opinión que ayudó a confirmar Pilar Martínez minutos más tarde con nuevos ataques y descalificaciones hacia el lado de la presidenta de la Comunidad en un tono que obligó a Pío García Escudero a reprenderla mientras arreciaba un abucheo general. El más discreto y conciliador de los hombres del alcalde fue Pedro Calvo, pese a que mantuvo sus dudas respecto a los deseos de integración real que animaban a Aguirre y los suyos, algo que desde las áreas de la vicepresidencia primera no tenían ningún reparo en confirmar. Ignacio González no buscaba pactos, quería borrar del mapa al adversario.

La segunda en defender su candidatura fue Esperanza Aguirre, con un discurso más integrador, conocedora de sus fuerzas y de las presiones que desde la dirección nacional se había encargado de ejercer el propio Angel Acebes, en comunión directa con su alter ego y mano derecha en el Gobierno.

Vinieron luego las más de sesenta intervenciones, con un resultado abrumador en contra de las opciones de Gallardón. Tan sólo apenas diez a favor y el resto en contra, con algunos alcaldes, como los de Alcalá, Majadahonda, Guadarrama y Móstoles especialmente duros contra Manuel Cobo.

Y las sorpresas. Entre ellas las palabras del antiguo hombre de confianza del alcalde de la capital, Juan Van Halen, claramente a favor de Esperanza Aguirre; o las de Luis Eduardo Cortés, antiguo vicepresidente con Gallardón, en el mismo sentido. Pío García Escudero, todavía presidente regional del partido, se limitó a pedir unidad, sin decantarse a favor de nadie, mientras que el secretario general, Ricardo Romero de Tejada, permaneció en silencio, al igual que casi todos los miembros próximos a Rodrigo Rato.

La integración de las dos “familias” es ya un imposible, por lo menos a corto plazo. Aguirre se ha hecho con la victoria, pero tendrá que “pagar” un peaje al hombre fuerte del PP, que no es otro que Angel Acebes. Este, y no otro, será el que elija y siente junto a la presidenta al gestor del día a día, al secretario general de los populares madrileños, alguien que tendrá que dedicar todas su horas a restañar heridas, buscar consensos y unidades perdidas, y a evitar en los posible que Alberto Ruiz-Gallardón y los suyos “se vayan” de la organización, algo que los más sensatos temen, y los más duros, desean.

Las voces que están avisando de los “peligros electorales” chocan con el clima de tensión y vendetas internas que se viven en el partido que gobierna la Comunidad y el Ayuntamiento capitalino. Si Gallardón se va a otro partido o no se presenta, las posibilidades de la necesaria mayoría absoluta disminuyen; y sin mayoría absoluta en el Ayuntamiento el Partido Popular dejaría vía libre al PSOE para conquistar los dos grandes sillones del poder en Madrid.

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