Ya se sabe que quien se ve separado del poder que da gobernar pierde gran parte del carisma y de la fuerza para convencer. Las adhesiones y fidelidades políticas tienen siempre mucho que ver con los intereses personales. La unidad de la que tanto alardeaba Aznar frente a la “desunión” que había hace un año en el PSOE se ha ido al garete a la primera de cambio. Las cañas se han tornado lanzas. La alfombra, color naranja, que su equipo había preparado con todo el mimo a Mariano Rajoy para llegar al Congreso se ha convertido en una alfombra sembrada de pinchos, por donde Mahatma Rajoy va a tratar de pasar como si no ocurriera nada.
En gran parte todo va a depender de lo que ocurra en estos días en Galicia, donde la decisión de Fraga de volver a presentarse a las elecciones y de nombrar al mismo tiempo a dos vicepresidentes: Alberto Núñez Feijoo, un hombre de Mariano Rajoy, y José Manuel Barreiro, provocó las iras de los caciques de Ourense, José Luis Baltar, primero, y Francisco Cacharro (Lugo), después. Estos vieron en esa medida un intento de Mariano Rajoy y de Romay Beccaria (ex ministro de Sanidad) de preparar la sucesión de Fraga sin contar con ellos, lo que desató la rebelión, a la que no tardó en unirse José Cuiña, que aguardaba el momento de poder vengarse de los que le echaron hace cinco años. Pase lo que pase, el mal está hecho y se convierte en el primer clavo que tendrá que pisar Rajoy en el Congreso de este fin de semana.
Lo mismo ocurre en la Comunidad Valenciana, donde la paz conseguida a medias entre Francisco Camps y Eduardo Zaplana no ha dejado buen sabor de boca a nadie. Prueba de ello ha sido la traumática dimisión de Genoveva Reig, directora de Canal 9, al día siguiente de que el presidente del consejo de administración, Pedro García, anunciara la remodelación de la televisión autonómica valenciana. El asunto no tendría acaso más importancia, si no se diera la circunstancia de que Reig es, al mismo tiempo, la más firme colaboradora de Zaplana desde su etapa de alcalde de Benidorm. En medios afines al ex ministro de Trabajo y ex portavoz del Gobierno de Aznar se decía estos días que esta dimisión “no se puede dejar pasar sin hacer nada”.
Otro clavo en la alfombra naranja de Rajoy es, sin duda, la pugna que mantienen Alberto Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre por mandar en el PP madrileño. Ninguno de los dos ha jugado a atizar el fuego, pero la procesión va por dentro. Pío García Escudero, presidente del partido madrileño puesto por Aznar, no va a hacer nada por impedir la “toma del poder” de Aguirre. Hace tiempo que escogió el bando de Gallardón, pero no es hombre al que le gusten las batallas internas.
Rajoy puede escoger entre nombrar presidenta a Esperanza Aguirre, que lleva dos meses en campaña por todos los pueblos madrileños para conseguir los votos de los delegados al futuro congreso regional, o nombrar a una tercera persona que sirva de árbitro, lo que sería hacerle un feo a la presidenta madrileña, lo que daría nuevos bríos al PSOE para zarandear a Aguirre, que ha convertido a Madrid en el mayor ariete popular contra la política de José Luis Rodríguez Zapatero.
Así que todo parece jugar a favor de Aguirre y en contra de Gallardón, que contaba -¡qué remedio!- con incorporarse al equipo de Rajoy, pero manteniendo una cierta dignidad como vicesecretario general o algo así, un invento que aplicó Aznar en anteriores congresos para mantener la paz con Rodrigo Rato, Rajoy y Mayor Oreja. Ahora parece que Gallardón ni siquiera tendrá esa oportunidad y tendrá que conformarse con la presidencia de la Comisión de Derechos y Garantías, algo a lo que Rajoy ha llamado eufemísticamente “implicar más a Gallardón en las tareas del partido”.
Post data: ¿Qué pasaría si José Bono y Alberto Ruiz-Gallardón rompen con sus partidos?
Es entrar en el terreno de la política-ficción, pero no deja de tener su intríngulis. Si Bono se enfada con Zapatero por aquello del enfrentamiento abierto con la Iglesia católica, y a Gallardón le ocurre otro tanto con Rajoy, porque ve que le cierran el paso a cualquier posibilidad de ser candidato a la presidencia algún día, no se puede descartar la aparición de un tercer partido católico centrista que se apoyaría tanto en los desheredados del PP, como en los proscritos del PSOE. Una tontería.... por ahora.
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