
La guerra de las mujeres
Las mujeres se han ido adueñando de la política con prisa y sin pausa. El cambio de protagonistas en la escena de la vida pública es espectacular. La discriminación positiva ha acelerado un proceso que social, económica y políticamente era y es imparable. Ya hay más mujeres que hombres en el Gobierno y algo similar ocurre en los segundos niveles. En el primer partido de la oposición vemos lo mismo. En eso se parecen José Luís Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy: se han rodeado de mujeres. Otra cuestión es la opinión que se pueda tener de sus actuaciones en los cargos que detentan. De la misma forma que se pueden tener, y se tienen, de los hombres que están en primera línea. Y si unos llevan años combatiéndose interna y externamente, ellas no les van a la zaga y hacen otro tanto. A igual presencia en el ámbito del poder, igual comportamiento cainita, iguales ambiciones, iguales luchas entre los distintos equipos, e iguales pactos frente al adversario común.
Si en el Gobierno la vicepresidenta Fernández de la Vega tiene buen cuidado de no entrar en el terreno de Carme Chacón, en Defensa, y de Magdalena Alvarez, en Fomento, en parte por la personalidad de ambas ministras, y sí lo hace en otras áreas como las de Igualdad, Vivienda y Educación pese a los cada vez más explícitos rechazos de Bibiana Aido, Beatriz Corredor y Mercedes Cabrera, todo ello en el ámbito interno; al mismo tiempo se convierte en la punta de lanza socialista en la pelea con la oposición: en el Congreso con Soraya Sáenz de Santa María, y en la Comunidad de Madrid con Esperanza Aguirre. El presidente deja hacer y permite esas pugnas interna que, además, le liman muchos de sus problemas. Y ese retrato se puede extender hacia el partido que le sustenta donde Pepe Blanco ha vuelto a tomar el papel de “portavoz” frente a la oposición en los duros temas de estas últimas semanas, dejando que su sucesora en la secretaría de Organización, Leire Patín, muy en sintonía con la vicepresidenta, se encargue de la más gris y menos brillante tarea de mantener la organización del PSOE a nivel nacional y de cara a las tres convocatorias electorales que vienen de aquí al mes de junio.
Algo similar hace Mariano Rajoy, que no sólo da alas a las peleas “civiles” entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruíz Gallardón, de la misma manera que las permitió entre Montserrat Nebreda y Alicia Sánchez Camacho, el presidente del PP también fomenta la rivalidad entre Dolores Cospedal y Soraya Sáenz de Santa María, por más que entre las dos abogadas del Estado exista un pacto de no agresión y hayan delimitado sus espacios de actuación: Soraya liderando el difícil y díscolo grupo parlamentario, y Dolores intentando manejar el partido a nivel nacional y logrando tiempo para mantener el liderazgo en Castilla la Mancha, que es la gran asignatura que quiere aprobar: derrotar al PSOE y ganar el Gobierno regional dentro de tres años frente a José María Barreda, muy lejos ambas, hoy por hoy de cualquier aspiración sucesoria en el interior del PP, algo en lo que si está la presidente madrileña dentro de sus legítimas aspiraciones políticas tras ganar dos veces por mayoría absoluta en su territorio.
No ocurre lo mismo con otras de las mujeres llevadas por Rajoy al círculo del poder, como son Ana Mato y Ana Pastor. La primera choca en sus cometidos con las otras dos y la segunda ve como su relación personal y privilegiada con Rajoy de antes del Congreso de Valencia se ha ido diluyendo. Las dos abogadas del estado se están consolidando en la ejecutiva del Partido Popular, por más “trampas” que les coloquen en sus respectivos “puestos de trabajo” y más críticas les lancen desde los medios de comunicación más duros con la labor de Rajoy frente al Gobierno de Zapatero.
En lo que coinciden casi todas, tanto si están en el PSOE como si están en el PP es en el apoyo que dan al “colectivo feminista” en cuanto a la formación de equipos. Basta con ojear los esquemas ministeriales para comprobarlo. Eso y la presencia continuada de otras mujeres en puestos destacados y con enorme personalidad. Por ejemplo: la alcaldesa de Valencia, Rita Barbera, que conocedora de sus virtudes y defectos siempre ha preferido mantenerse en la alcaldía sin disputar otros títulos a sus compañeros de partido, pero eso sí, siendo pieza clave en los equilibrios del PP valenciano, bien apoyando a Eduardo Zaplana, bien apoyando a Francisco Camps. Por ejemplo Celia Villalobos, capaz de levantarse en la última reunión del Consejo de Faes y criticar delante del presidente de la Fundación el reciente “liberalismo” de José María Aznar, incluso llevando la contraria a su marido y asesor, Pedro Arriola.
Más a la izquierda y en fase de transición se encuentra la actual alcaldesa de Córdoba, Rosa Aguilar, que ha rechazado el liderazgo de Izquierda Unida, dicen que por su futura aparición en las listas municipales del 2011 como independiente dentro de la candidatura socialista. Habrá que esperar.