pasaba por allí/Olga Heras
La encrucijada
El escándalo de la Asamblea de Madrid ha colocado en tela de juicio a los actuales dirigentes regionales de la formación socialista madrileña

Marejada de fondo en el socialismo madrileño. El escándalo de la Asamblea de Madrid ha colocado en tela de juicio a los actuales dirigentes regionales de esta formación.
Las voces que solicitan una depuración de responsabilidades sobre la "fuga" de los dos diputados ya expulsados del PSOE comienzan a hacerse cada día más patentes y señalan hacia una dirección: la de Rafael Simancas y Ruth Porta, número uno y cuatro, respectivamente, de la candidatura socialista, así como hacia el secretario de Organización de la FSM, Antonio Romero. Quienes fueron, y luchan por seguir siendo, prohombres del socialismo madrileño, con la notoria salvedad de Joaquín Leguina, se han guardado mucho hasta ahora de emitir públicamente ninguna valoración de lo sucedido, ni han apuntado posibles responsabilidades, ni siquiera dejan traslucir los problemas internos que se han derivado de lo ocurrido. Una prudencia motivada por el cierre de filas pretoriano impuesto por José Luis Rodríguez Zapatero, reacio a entregar, al menos por el momento, la cabeza de ninguno de sus cuadros. José Acosta, Juan Barranco o Jaime Lissaveztky guardan, por tanto, un sepulcral silencio cara al exterior, aunque hayan mantenido diversos encuentros con sus congéneres de partido a lo largo y ancho de la geografía autonómica.
Tanto silencio no supone, sin embargo, que el PSOE madrileño permanezca inmóvil ante los desastres provocados por la "huida" de Tamayo y Sáez no sólo en las expectativas de gobierno de este partido, sino también en la tan cacareada pacificación de una Federación marcada desde su génesis por una continua confrontación de intereses, en principio políticos.
No hay, bien es cierto, una línea definida en el que ha de ser el modus operandi que debe regir en esta crisis, pero sí la certeza de que el PSOE, tras jugar la baza de la conspiración inmobiliaria y la corrupción política en el caso de sus ex diputados, debe ahora pasar a un segundo plano; el de delimitar responsabilidades dentro de la propia organización. Una acción que coloca en la cuerda floja a algunos de los dirigentes regionales, entre ellos un Rafael Simancas que, de ser aclamado el pasado 25 de mayo como un héroe socialista, ha vuelto a la categoría de moneda de cambio en una depuración que tiene su propia vertiente federal. Simancas, tal y como reclama en su desesperación Izquierda Unida, se ve abocado a formar gobierno, aunque sea minoritario y aprovechando los votos de los "tránsfugas", si quiere escapar a las presiones internas de su propio partido y tener una oportunidad para mantener su liderazgo. Si finalmente se opta por la vía de convocar nuevos comicios en la Comunidad de Madrid, la candidatura socialista podría deparar grandes sorpresas, entre ellas la de un cambio de cabeza de cartel, entre cuyos sustitutos se barajan nombres como los de Javier Solana o Pedro Solbes, que en su momento entraron ya en las quinielas a candidatos a la alcaldía de Madrid. Modificaciones en las listas que se producirían también en Izquierda Unida, donde comienza a barajarse un nuevo reparto de poderes si la constitución de un gobierno con los socialistas resulta fallido.
Una difícil encrucijada, en la que no pocos dentro de la casa socialista defienden que Simancas aguante el chaparrón popular y ejerza la acción de gobierno, el único escollo para ello es la postura de Zapatero, que ha apostado por ejercer un acción ejemplarizante en sus filas.