
El pato cojo
Uiera o no quiera Mariano Rajoy, les guste más o menos a todos aquellos que le apoyan, el presidente del Partido Popular va a ser durante un año el “pato cojo” de la política española. O lo que es lo mismo: va a estar un año en cuestión, en duda, tal y como les sucede a los presidentes norteamerticanos en sus últimos meses de mandato. Se les ve, pero la mirada del poder ya está buscando al que será su sucesor en la Casa Blanca.
De junio a junio, tres elecciones van a marcar su futuro al frente de la oposición: Galicia, autonomía en la que hasta ahora Núñez Feijóo tenía todas las de perder a favor del gobierno socialista de Pérez Touriño; Euskadi, en la que la nueva candidatura de Antonio Basagoiti va a tener que afrontar una posible victoria del socialista Patxi López; y la Europa comunitaria, con sus 27 países, su desaguisado irlandés, su tambaleante economía y unos comicios legislativos en los que al deseo de Rajoy de mantener a Jaime Mayor como cabeza de lista popular por España, falta por conocer ( lo sabremos en septiembre ) a quién colocará Rodríguez Zapatero para afrontar en Estrasburgo uno de los más duros debates político – económicos de toda la historia de la U.E., el de la jornada laboral de las 65 horas.
Hasta con el inesperado aliado de la crisis económica y la falta de credibilidad del Ejecutivo por su empecinamiento en no llamar a las cosas por su nombre, el PP debería perder con contundencia las dos primeras e incluso la tercera. De cumplirse esos pronósticos, Mariano Rajoy tendría difícil mantenerse al frente del partido, por más que haya demostrado su resistencia ante los ataques en los últimos cien días. Y de conseguirlo, tendría que aceptar, por lo menos, un nuevo debate en el seno del PP para elegir al candidato a las generales del 2012. Un momento, ese, en el que aparecerían renovadas ambiciones y liderazgos ciudadanos más consistentes que el suyo. Si alguien alberga alguna duda, basta con mirar las encuestas y su secuencia histórica: Rajoy siempre ha estado en tercer o cuarto puesto, por detrás de Ruíz Gallardón, Rodrigo Rato o Esperanza Aguirre.
Le ocurrió a José María Aznar al final de su estancia en La Moncloa. Bastó que dijera que no se iba a volver a presentar para que su poder interno ( en el partido ) y externo ( en la sociedad española en su conjunto ) casi desapareciera, dando lugar a una discreta pero dura competencia por la sucesión entre los tres vicepresidentes: Rato, Mayor Oreja y Rajoy, que resultó ganador por la larga mano del hoy presidente de honor del PP. Convertido en “pato cojo”, Aznar tiene hoy muy recortado su poder de influencia entre los suyos, de ahí su moderación a la hora de posicionarse en el debate precongresual. Y lo mismo les pasa, desde otras circunstancias, a Rato e incluso a Jaime Mayor. A ellos, insisto, y durante un año al menos, se va a sumar el que fue el “tercer hombre” en los años felices del aznarismo.
Es más que posible que Rajoy consiga su nueva nominación como presidente del PP por aclamación, que hasta los díscolos votos de la delegación madrileña terminen en su saco, más por conveniencia de Esperanza Aguirre que por conversión al marianismo ( no hay que olvidar que tras el Congreso nacional se celebrarán antes de final de año los Congresos regionales y los municipales y que el que más y el que menos no quiere quedarse “fuera de la foto” ) y que de Valencia salga con una Ejecutiva nueva y de su confianza, con un cierto grado de integración de la disidencia, y con la fuerza necesaria para comenzar de forma inmediata y sin contemplaciones a realizar una auténtica oposición al Gobierno. Todo ello es posible, pero…las tres revalidas que tiene que pasar serán las que le confieran la categoría de candidato a presidente del Gobierno. Dentro de un año, que es el tiempo de espera que ya se han marcado aquellos que mantienen legítimas aspiraciones de liderazgo y que creen estar mejor posicionados ante la sociedad española para vencer a Zapatero o al candidato que pueda elegir el PSOE si el actual presidente decidiera cumplir con esa nueva regla no escrita pero ya en práctica de no estar más de ocho años en La Moncloa. Si el líder del socialismo lo piensa, hace muy bien en no decirlo: con un “pato cojo” en la política española nos basta.
Muchas dirigentes del PP creen que Rajoy no será la persona que opte a encabezar las listas a las generales del 2012. Creen que durante estos cuatro años van a pasar tantas cosas que habrá que esperar a los últimos doce meses para elegir la mejor de las opciones; e incluso existen los que creen que el propio Mariano tiene asumido que él no será el candidato y que durante este tiempo su objetivo es mantener unido al partido, tal y como lo ha hecho hasta ahora. Estos últimos son los que venden el “buenismo” del político gallego frente a las ambiciones del resto. Lo sensato es pensar que si Rajoy y el PP tuviesen unos buenos resultados en los tres comicios mencionados al inicio de este artículo, aspirase a un tercer intento en la conquista de La Moncloa, algo en lo que el propio Rajoy ha insistido en más de una ocasión al referirse a lo que hicieron los antecesores de Zapatero, desde Felipe González a José María Aznar. La ambición es básica en un político y el presidente de los populares es, por encima de cualquier otra cosa, incluido su puesto de registrador de la propiedad, un político.
Las preguntas que cabe hacerse son dos: ¿Puede Rajoy mantenerse al frente del PP y ser de nuevo su candidato presidencial?, y de ser así, ¿puede Rajoy vencer a Zapatero dentro de cuatro años?. A las dos, en junio del 2008, es más fácil de contestar con un no que con un sí.