
Movimientos en el PSOE e IU ante sus cónclaves internos
Anda el patio político en Madrid algo más revuelto, aunque el estruendoso ruido de la “tropa” popular opaque todo lo que acontece en el PSOE y no digamos ya en Izquierda Unida. Sin pena ni gloria ha pasado el golpe de mano del líder del PSM, Tomás Gómez, en Leganés, con el que ha logrado mandar al “ostracismo” interno al actual alcalde de este municipio, Rafael Gómez Montoya, derrotado en su intento de alcanzar la secretaria general del partido local.
Aparentemente Tomás Gómez se ha limitado a poner remedio a la situación interna de la agrupación de Leganés, en el último año y medio regida por una gestora, convocando una asamblea para elegir una nueva dirección, pero sólo aparentemente. Las omisiones, o si se quiere la falta de respaldo del líder del PSM hacia el otro Gómez, Rafael, han ayudado más bien poco al alcalde leganense para tomar las riendas del partido en una localidad en la que los socialistas están fraccionados en muchos nombres propios.
La razón del “desapego” del alcalde de Parla hacia Goméz Montoya, convertido en un islote políticamente marginado pese a detentar una alcaldía en un entorno de regidores socialistas, radica en la ligazón del primer edil de Leganés con las “huestes” de Simancas, algo parecido a lo que está ocurriendo en Móstoles con la cada vez más asediada portavoz socialista, Paz Martín. Lo que se dice allanar el camino hacia la reelección como secretario general.
Qué decir de Coslada, donde el liderazgo de Angel Viveros está algo más que hundido, aunque el secretario general del PSM haya tocado la corneta y todos sus alcaldes escenificaron un “prieta las filas” con un regidor que ha quedado seriamente tocado por la crisis derivada del escándalo de la policía de su municipio.
En la trastienda del PSM, y pendientes por resolver, más de treinta gestoras dirigiendo las agrupaciones de los municipios, que tendrán que dilucidar, con las consabidas peleas internas, sus nuevas direcciones. Todo ello aliñado por pugnas personalistas, baste con ver si no el diferente criterio que mantienen el regidor de Getafe y presidente de la FEMP, Pedro Castro, y su homólogo de Alcorcón y senador, Enrique Cascallana, respecto a la actuación del gobierno en la financiación local. Perspectivas e intereses distintos que a buen seguro van a aflorar en toda su dimensión según se acerque el Congreso regional previsto para la primera semana de septiembre.
Inusualmente moderados en sus manifestaciones están en Izquierda Unida, los resultados electorales, bien es verdad, no permiten ninguna algarada. Ni una voz, por tanto, más alta que otra en IU-CM, ni siquiera para reprocharle a Inés Sabanés que se fuera de tapadillo, o tal dicen, al Congreso para explicar al lado de Llamazares la estrategia regional de la defensa de los servicios públicos.
Silencio mientras se prepara con sigilo la próxima Asamblea Federal del mes de noviembre, para la que la coalición madrileña acaba de aprobar una “Declaración Política”, la primera de todas las Federaciones, en la que aboga por “resituar la cuestión social como eje central de nuestra propuesta programática y política”.
Madrid es, en alianza con Aragón y Cataluña, pieza clave de lo que acontecerá en una Asamblea en la que se quiere dar el “finiquito” a la era Llamazares. Cónclave en el que el asturiano abandonará la coordinación general sin que vaya a haber, al parecer, un sustituto para alzarse con el liderazgo de la maltrecha Izquierda Unida. IU se quedará, al parecer, sin coordinador, aunque si todo va como lo planeado por la corriente mayoritaria madrileña que lidera Angel Pérez, se elegirá una dirección colegida en tanto en cuanto la coalición busca a su “salvador”.
Claro que a esta estrategia puede salirle un importante agujero. Julio Anguita pisaba la pasada semana suelo madrileño (la convocatoria del acto con las siglas de IU-CM provocó algún que otro sarpullido, pero se impuso, otra vez, el silencio y las buenas formas) para hablar de la refundación de IU y del PCE. Una renovada IU en cuya construcción deben participar colectivos, personas e, incluso, ex militantes, que debatirán de los ejes y compromisos de la nueva coalición. Después, una Asamblea que llevaría implícita el descabezamiento del 50% de los dirigentes, preludio de una posterior que renovaría otro 25%. Y ahí, precisamente, es donde el llamado Califa de la izquierda pincha en hueso.
Coincide Anguita con la dirección de IU de Madrid en quitar a la coalición “aditivos”, verdes o violetas tan defendidos por Llamazares. También en definirse como una formación republicana y federalista, que no de reinos de Taifas, aunque el ex coordinador general sea mucho más expeditivo en la urgencia de trabajar por hacer efectivos ambos proyectos.
Dónde está el quid, sin embargo, que hace que unos y otros estén abismalmente distanciados, seguramente en un fondo llamado capitalismo, al que el ex líder de IU sataniza en todas sus formas, especialmente en la negativa incidencia que tiene sobre los trabajadores sobre todo en tiempos de crisis como la actual, (“la aplicación de la flexiseguridad es inexorable”, Anguita, sic).
Difícil viabilidad, tal y como está el patio, va a tener “el nuevo programa” de Anguita, pero puede alterar alguna que otra correlación de fuerzas en IU y en el PCE (atento a sus mensajes estaba el líder del PCM, Juan Ramón Sanz) en las distintas federaciones de la coalición, incluida la madrileña.
Efervescencia política, por tanto, en todas las formaciones del ámbito madrileño, inmersas en la preparación de congresos y asambleas para el futuro de su formación bien en su propio espacio territorial o, en el caso de IU, a nivel nacional. Pero ninguna lucha intestina comparable a la que se libra en el PP, con un pelotón de críticos hacia Mariano Rajoy que aumenta cada día, pero que siguen deshojando la margarita, incluida Aguirre, de presentar o no una alternativa al líder que tanto cuestionan.