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Rajoy juega a dividir a sus rivales internos

No está el horno para bollos en el Partido Popular. Al deshoje de la margarita (si, no, si, no...) de Esperanza Aguirre sobre si va a presentarse como candidata en el próximo Congreso de junio, se une ahora el "juego al despiste" del presidente del partido, y único candidato por ahora, Mariano Rajoy, que tan pronto proclama que el que se quiera ir al Partido Liberal o al Conservador que se vaya, en alusión clara y concreta a la presidenta de la Comunidad de Madrid, en un calentón mitinero en Murcia, como que afirma, ya en la calma del despacho, que él aprecia mucho la contribución de Aguirre al partido.

La táctica de Rajoy desde el primer momento en que supo que no ganaba, pero que subía los escaños suficientes como para "sacar la cabeza" por encima de la derrota: dividir a sus posibles contrincantes y asegurarse un Congreso lo más rápido y tranquilo posible. Si hubiera convocado la asamblea del partido para el próximo otoño, lo más seguro es que no hubiera llegado vivo -políticamente hablando- porque a sus posibles adversarios les hubiera dado tiempo a pactar y el deterioro de varios meses en la oposición frente a un Gobierno, el de Zapatero, que parece haber perdido los miedos ante las críticas, hubiera hecho el resto.

El candidato popular ha sacado buenos dividendos del enfrentamiento visceral entre Gallardón y Aguirre, convirtiendo esta "guerra" en un problema de Madrid: "¡qué importa lo que digan 25 personas en Madrid frente al resto de España!", afirmó solemne en Elche, cuando invitó a los liberales y conservadores a irse a sus respectivos partidos. De cómo consiguió Rajoy unir al resto de los barones del PP frente a Madrid algún día se sabrá el secreto que esconde la clave de la posible derrota de Aguirre, e incluso del propio Gallardón que ya fue humillado antes de las elecciones negándole un puesto en la lista de Rajoy.

¿Por qué Camps y Valcarcel, los dos barones que más juegan a ser tan liberales como Aguirre, se apresuraron a cerrar filas con Rajoy? El presidente del partido no tardó ni doce horas en conseguir que ambos dirigentes populares, junto al resto de España: Javier Arenas (Andalucía), Nuñez Feijoo (Galicia), Herrera (Castilla y León) y hasta la ex consejera de Transportes de Madrid, Dolores de Cospedal (Castilla-La Mancha), que fue apadrinada por Aguirre, decidieran apoyar el plan del candidato derrotado para volver a presentarse -poniendo como ejemplo las dos derrotas consecutivas de Aznar en 1989 y 1993- y convocar un congreso inmediatamente.

Todo el mundo piensa, ahora, que Esperanza Aguirre se precipitó al mostrar sus cartas antes de tiempo, es decir antes del 2010, fecha en la que comenzará a definirse de verdad quien va a ser el candidato del PP a las elecciones de 2012, o incluso antes si la crisis económica acaba provocando un deterioro del Gobierno de Zapatero. Si lo hizo por la presión de algunos medios de comunicación, o si entraba en sus planes plantear la batalla interna previendo la derrota electoral de Rajoy, es algo que está por dilucidar.

Sólo una alianza de varios barones regionales, en apoyo de un líder claro que se presente como alternativa a Rajoy, tiene alguna posibilidad de ganar en un Congreso del PP y por ahora el presidente del partido ha conseguido dividirlos de tal manera que ese "peligro", al menos por el momento, no exista. Y especialmente por el mal ejemplo que está dando la guerra entre Aguirre y Gallardón.
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