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Las medias verdades de la política madrileña

Desde luego no estaría de más aplicar un detector de mentiras a los políticos que viven en el habitat madrileño, artífices sin excepción de toda suerte de malabarismos dialécticos y no pocas verdades a medias. Convertida en el pim, pam, pum de la política nacional, eso si, sin perder de vista las propias cuitas y ambiciones personales que anidan en el entorno de la calle Génova, la Comunidad de Madrid resiste como puede las escenificaciones de socialistas y populares, empeñados los primeros en hacernos ver la “talibanización” derechista de Esperanza Aguirre, decididos los segundos a que los madrileños sientan la “asfixia” a que los somete el Gobierno de Zapatero. Y ni tan fiero es la leona como la pintan, aunque la mandataria del PP haya ejercido de martillo de herejes con el inquilino de La Moncloa, ni Madrid es una región desasistida, si bien a estas alturas pocos pueden negar que en el tema presupuestario ZP ha aprovechado la ocasión para clavar un rejón de castigo a la presidenta autonómica y por ende a los madrileños.
En este fuego cruzado, el mismísimo Zapatero ha salido al quité ante el dedo acusador de Aguirre, para reivindicar las cuantiosas “regalías” del Estado hacia la Comunidad de Madrid, pero hete aquí que el ministro del ramo, Pedro Solbes, niega la mayor, y otro tanto ha venido a decir la secretaria de Política Institucional y Autonómica del PSOE, la histórica Carmen Hermosín, a quien no le han dolido prendas a la hora de reconocer que Madrid es la región que menos crece en las inversiones del Gobierno socialista. El por qué, sencillo, “no todas pueden crecer al mismo tiempo” y Cataluña y Andalucía necesitaban esfuerzo adicional por sus estatutos. Más claro sólo el agua. A qué entonces tanto rodeo, tanto que sí unos u otros engañan, la realidad es que catalanes y andaluces han visto engordar sustancialmente sus arcas autonómicas en gran medida por el aumento y gestión de nuevas competencias, tales como las Cercanías o los ríos, pero no es menos cierto que a Madrid se le endosan partidas de puertos marítimos, el agua murciana o los arreglillos de La Moncloa y los ministerios por aquello de ser capital del reino, algo que a estas alturas de la película territorial puede llegar a ser más bien poco.
Y precisamente aquí es donde el PSOE quiere clavarle un nuevo aguijón a la presidenta popular, forzándola a pronunciarse sobre si quiere o no seguir ostentando la capitalidad de España y, por tanto, asumir sus servidumbres económicas, incluidas las ministeriales. Un artificio verbal más para llenar de brumas un panorama político, el madrileño, extemporáneo y engañoso, (sino que se lo pregunten a Fernández Lasquetty, que ha llegado a culpar al Gobierno de las dificultades de la inmigración legal. Una "boutade" más) en el que por no faltar no faltan ni los jóvenes cachorros de Génova jugando a encarnar en ellos mismos España y los de Ferraz escenificando a los primeros como los tontos del bote en un irrisorio pasa palabra.
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