Noches de vino y rosas

Arteta y Ruth Porta cantaron boleros y Acosta se atrevió con un tango de muy buena factura; también se intercambiaron confidencias, y fue muy celebrada la que contó Pedro Castro con su agudeza característica: "Un compañero nuestro, candidato a la alcaldía de un pueblo situado en la periferia de Madrid, había escuchado desde su casa un mitin del candidato "popular", que había prometido mil cosas imposibles; cuando el otro terminó, el nuestro se dirigió a los asistentes y, caliente como estaba, les dijo: "¡Pues, si me votáis, además de todo eso, yo os prometo que este pueblo, ahora a 25 kilómetros de la capital, estará a sólo siete!" Las carcajadas en casa de Leguina enfadaron a los vecinos...
Los ánimos se fueron caldeando y pronto se formaron tres bandos que tenían como cabezas de fila a Acosta, Simancas y Cuesta. Pérez Ráez propuso "unas manitas" de póquer, pero no había baraja para tantos y por asentimiento de los demás decidió Simancas que sólo jugarían él, Acosta y Cuesta.
Cuesta enseguida ligó un trío de ases y un póquer de dieces que le aconsejaron retirarse. Acosta, curtido en tantas partidas, le reprochó abandonar con los bolsillos llenos. Acosta y Simancas discutían por un asunto de dobles parejas. Ambos grupos comenzaron entonces un desafío sonoro. Leguina, oculto bajo la mesa, parecía tomar notas para una próxima novela, aunque algún asistente, al descubrirle, le reprochase sus piropos a Gallardón en el vigésimo aniversario de la Autonomía Leguina comprendió su destino y, escoba en mano, comenzó a barrer los restos del naufragio.