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el periscopio/Rafael Gómez Parra

La oposición a la guerra

Algunos políticos, actores y actrices han mostrado su posición contraria a la guerra que el presidente norteamericano quiere iniciar contra Irak

Rafael Gómez ParraA diferencia de la guerra del Golfo de enero de 1991, cuando Estados Unidos atacó a Irak para liberar Kuwait, o la ofensiva contra Afghanistán después de los atentados suicidas del 11 de septiembre, la nueva ofensiva que prepara Bush está encontrando muchas más resistencias, empezando por toda una pléyade de actores y actrices de Hollywood (Jessica Lang, Kim Basinger, etc) que no encuentran justificación a la obsesión del presidente norteamericano por destruir este país árabe con la excusa de que Saddam Hussein posee armamento químico de destrucción masiva. Armas que, por cierto, le fueron facilitadas en su inicio por los propios Estados Unidos y por otros países occidentales, entre ellos España, durante la guerra entre Irak e Irán. Prueba de ello son los miles de muertos y heridos iraníes y kurdos que sufrieron la agresión de este tipo de armas, sin que nadie protestara por estos brutales ataques.
La experiencia de los bombardeos contra Yugoslavia para "liberar a Kosovo", que acabaron con la mayor parte de las infraestructuras de Serbia, y dejaron graves secuelas entre la población civil, no pudo ser más negativa. Sólo para obligar a irse a Slobodan Milosevic –sometido a juicio en el Tribunal de La Haya- y dejar al país sumido en la miseria y en la incertidumbre política con unas elecciones en las que no participa ni la mitad de la población votante.
A medida que pasan los días y Bush sigue concentrando hombres y armamento en Kuwait, en el Mediterráneo y en el Indico, la guerra parece más inevitable, no sólo porque Estados Unidos encuentre motivos para llevarla a cabo, sino por la propia presión de la maquinaria bélica y del importante lobby de la industria armamentista que hace estas semanas horas extras. Lo mismo ocurrió en 1984 en Libia, cuando Estados Unidos concentró su escuadra de guerra frente a sus costas "para obligar a Gaddafhi a eliminar sus barreras defensivas y dejar de financiar al terrorismo internacional" y finalmente bombardeó la capital, Trípoli, y sus cercanías. Según el Pentágono, las "bombas inteligentes" habían destruido los cuarteles generales de Gaddafhi y de los servicios secretos libios, pero la propia prensa norteamericana se encargó de descubrir que en realidad se habían bombardeado casas civiles donde no había rastros de terroristas o de fábricas clandestinas de bombas.
La única explicación real para la guerra contra Irak es la decisión norteamericana de controlar, de una vez por todas, los campos petrolíferos más importantes del mundo, junto a los de Irán. Cuando el Sha de Persia controlaba para Estados Unidos este último país, el petróleo iraquí era importante pero no decisivo. Derrocado el emperador persa y fracasados los intentos de Reagan por invadir Irán, Irak se convirtió en objeto de deseo preferente.
En España, la oposición a la guerra no ha encontrado tanto eco como en Estados Unidos: tan sólo Izquierda Unida ha resucitado la "Marcha a Torrejón" como un símbolo contra la prepotencia norteamericana, aunque hace ya tiempo que la base madrileña ya no es operativa y los aviones estadounidenses utilizan preferentemente las bases de Rota (Cádiz), Zaragoza y Morón (Sevilla). Los andaluces no han dejado nunca de reivindicar la base de Rota y todos los años repiten la marcha en el otoño, que tiene ya más de veinte años de antigüedad.
La Asociación Pro Derechos Humanos, una organización que ha demostrado una total independencia política, ha redactado una carta para el presidente Aznar que está llena de razones contra la guerra y que dice así: "A través de la presente le transmito mi honda preocupación por el progresivo despliegue de medios bélicos que está llevando a cabo EE.UU. para atacar Irak, y por la casi nula respuesta de los países occidentales, incluida España, para detener esta agresión injustificable que agravará aún más la penuria en la que vive la inocente población civil iraquí.
Me parece totalmente inaceptable que en pleno siglo XXI los países más desarrollados sigan tratando de resolver sus diferencias con los países más pobres recurriendo a la guerra, olvidándose de los valores que sustentan la Carta Fundacional de Naciones Unidas y la Declaración Universal de Derechos Humanos. También me parece inadmisible que la estrategia internacional de EE.UU. de 'ataques preventivos', con la que ese país se otorga a sí mismo la facultad de atacar a cualquier otro país cuándo y cómo quiera, no sea criticada por el resto de países desarrollados, incluida España, a pesar del grave riesgo que esa estrategia supone para la paz mundial.
En el caso de que Irak posea armas de destrucción masiva -cuestión que nadie ha sido capaz de demostrar aún de forma clara e irrefutable-, como también las tienen EE.UU., Rusia, Francia, Gran Bretaña, Corea del Norte, Pakistán o India; los países más poderosos económicamente cuentan con mecanismos de presión internacional para dar una solución al problema sin disparar ni una sola bala, y sin poner en peligro a la población civil de Irak.
Por todo ello le pido que dé las instrucciones necesarias para que el representante de España en el Consejo de Seguridad de la ONU no apoye la guerra contra Irak, y para que la política internacional de España, en el seno de la Unión Europea y fuera de ésta, se oriente a evitar ésta y cualquier otra guerra".
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