Mikel Araj
Torre Agbar, un "surtidor" en el centro de Barcelona
La imaginación popular se ha adelantado a su inauguración, que tuvo lugar el pasado viernes, y ya le ha puesto apodos. “Supositorio”, “Obús” y otros muchos nombres califican a este singular edificio. Nos referimos a la Torre Agbar que Aguas de Barcelona posee en la barcelonesa Plaza de Les Glòries.
En este punto, donde confluyen tres de las arterias más importantes de la capital catalana -Diagonal, Gran Vía y Meridiana-, la multinacional ha levantado la que será su sede durante los próximos años.
Como un cohete enorme listo para su lanzamiento, Torre Agbar asoma la cabeza en pleno centro de negocios de Barcelona, gracias a sus 142 metros de altura. Para los amantes de las estadísticas, este rascacielos es el tercer edificio más alto de la Ciudad Condal, tras el Hotel Arts y la Torre Mapfre, que fueron construidos en 1992 con motivo de los Juegos Olímpicos.
El autor del proyecto ha sido el arquitecto francés Jean Nouvel, que ha trabajado conjuntamente con la firma b720, capitenada por Fermín Vázquez. El coloso presenta unas dimensiones propias de tiempos galácticos: 50.693 metros cuadrados, de los que 30.000 son de oficinas, 3.210 de instalaciones técnicas, 8.132 de servicios y auditorio y 9.132 están destinados a aparcamientos.
Cuentan sus creadores que para su diseño se han inspirado en las curvas de la naturaleza. Concretamente, en ciertas formaciones rocosas del Montseny, y en la fuerza con la que penetra el aire esas explosiones de agua provenientes del corazón de la Tierra que son los géiseres. Cuesta imaginar esta imponente mole eréctil de decenas de miles de toneladas de cemento, acero y vidrio, como surgente elemento natural. Pero sus responsables; el equipo de arquitectos, la constructora Layetana, y la empresa propietaria Agbar, han hecho hincapié en que aporta soluciones bioclimáticas, que lo convierten en un edificio sostenible y respetuoso con el entorno.
Así, Torre Agbar cuenta con 4.500 ventanas con las que se persigue que sus ocupantes consigan una ventilación natural y que aprovechen al máximo la luz solar, para reducir de manera considerable el gasto energético; ahorro económico y menor efecto contaminante, al mismo tiempo. Los miles de litros de pintura utilizada no contienen elementos peligrosos para la salud humana como lo son los asbestos, formaldehídos o el plomo, habituales en la química de las pinturas.
El edificio tiene una doble piel, con una cámara de aire en su interior para mejorar su aislamiento térmico y acústico. Los gases del sistema de refrigeración no son clorofluorados, aquellos que destruyen la capa de ozono. Los ascensores están programados para ahorrar energía. Posee sistemas de aprovechamiento del agua para usos secundarios, y por último, cuenta con un aparcamiento de bicicletas, que se ha hecho muy popular entre los barceloneses.
La estética, tanto interior como exterior ha necesitado horas de trabajo del equipo de arquitectos. El edificio cambia de color como un camaleón en función de la luz solar que recibe, y ha sido pintado en diferentes colores que van desde los tonos rojos a los azules. La decoración interna presenta despachos acristalados, con distinta iluminación en su interior, muebles de almacenamiento para cada trabajador, moquetas modulares de doce colores y superficies diáfanas y sin columnas.
En total, dispone de 34 plantas, 28 de oficinas y otras destinadas a instalaciones y servicios comunes, como la cafetería. Incluso, hay un mirador abierto al público.