Lo mismo que Bush en el año 2000, pero éste fue más listo y arañando papeletas aquí y allí consiguió arrancar la victoria a Al Gore, peleando con uñas y dientes en un largo proceso judicial que estuvo a punto de llevarse por delante el complicado sistema de elección norteamericano. Kerry, cuando escribo estas líneas, todavía confía en hacer algo parecido, pero la historia no se repite nunca de la misma manera.
El resultado de las elecciones norteamericanas, vistas desde Madrid, es que ha perdido Europa, que en su gran mayoría había apostado por Kerry, con las excepciones de Tony Blair y José María Aznar, no porque éstos sepan mucho más que Zapatero o Schroeder de estrategia mundial, sino porque la política mundial se está globalizando cada vez más y cada cual toma partido por quien quiere, como si se tratase de unas elecciones caseras. Aznar y Blair pertenecen al partido de Bush, y Chirac, Zapatero y Schroeder al de de Kerry. Dentro de cuatro años puede ocurrir lo contrario. Nunca se sabe las vueltas que va a dar el mundo en el próximo cuatrienio del emperador Bush.
Todo el mundo piensa que las cosas sólo pueden ir a peor y que con Kerry había una esperanza de cambio, aunque el senador demócrata hubiera apoyado la guerra de Irak. Puede ser así o puede ocurrir que Bush haya aprendido la lección y prefiera aprovechar los próximos años para lavar un poco su imagen. Desde luego los poderes fácticos norteamericanos habían iniciado un visible cambio a favor de Kerry que indicaba que ya no se fiaban mucho del presidente. Si eso es así, estos mismos poderes, económico, militar, religioso, mediático, etc, van a influir para que Bush no siga su camino hacia el abismo guerrero en que se había metido seguramente porque esos mismos poderes se lo habían demandado. Desde luego las amenazas de Ben Laden, difundidas unos días antes de los comicios, no han impresionado a los electores norteamericanos que parece haber perdonado a Bush su falta de prevención para evitar los atentados suicidas contra las Torres Gemelas de Nueva York y contra el Pentágono en Washington, que se llevaron por delante la vida de casi 4.000 norteamericanos. O sus mentiras sobre las armas de destrucción masiva que, según él, guardaba Sadam Hussein, y que sirvieron para dar “moralidad” a la guerra ilegal de Irak.
Quizás esa fuera también una de las razones por las que Kerry nunca hizo “sangre” con el tema de la guerra en los debates con Bush en la televisión norteamericana. Seguramente los demócratas sabían que por ahí no iban a sacar nada y prefirieron poner el acento en los temas sociales y económicos, que al final tampoco han sido decisivos, a pesar de que los expertos nos cuentan que la economía de los EE.UU. nunca ha ido peor y que tienen la deuda pública más alta de su historia.
Habrá que ver ahora si Bush –que ha demostrado ser un político muy simple y directo- se va a tomar su revancha con los dirigentes europeos que apostaron por Kerry y que no dudaron en descalificar al presidente norteamericano, al que simplemente le han llamado de todo. Si así fuera, el divorcio entre Europa y Estados Unidos abriría una nueva era en la política internacional, desconocida desde los tiempos de la guerra de Vietnam. Pero algo parecido puede ocurrir en los Estados Unidos, donde las movilizaciones populares contra Bush han alcanzado en los últimos meses de la campaña electoral cotas muy altas, con manifestaciones masivas que no han tenido tiempo de cuajar en el voto popular, algo parecido a lo que ocurrió en España en el año 2003 con las protestas contra la guerra, pero que no tuvieron influencia en las elecciones municipales y autonómicas de mayo y que hicieron creer a Aznar que el pueblo apoyaba sus delirios de grandeza.
Si Bush no modera su política y las movilizaciones populares contra él siguen aumentando, al mismo tiempo que se agravan las guerras de Irak , Palestina y Afghanistán, el presidente norteamericano puede vivir el drama y la tragedia de Nixon.
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