Es evidente que el enemigo más poderoso y peligroso, a priori, era Alberto Ruiz-Gallardón, pero, a la vista de lo ocurrido desde la derrota del 14-M, no se puede descartar a Esperanza Aguirre.
A Gallardón le gusta ir por libre, lejos de las ataduras de su partido. De ahí las continuas referencias de Rajoy a que quería que el alcalde de Madrid se comprometiese más en las tareas del partido, cosa que no ha sabido o no ha querido confirmar en el Congreso dando a Gallardón alguna tarea más concreta o específica que la de adscribirle a la Comisión Ejecutiva y darle entrada en los “maitines” de Génova.
Esperanza Aguirre tiene el perfil contrario: obediente y mujer de partido, lo que le hace ser la candidata más oficial del equipo de Rajoy. La presidenta de Madrid alardea de que nunca ha pedido nada y que siempre ha ido a ocupar el puesto que le encargaba el presidente Aznar: ministra de Educación, presidenta del Senado o candidata a la presidencia de Madrid. Es una verdad a medias, porque si algo ha demostrado Esperanza Aguirre ha sido una gran obsesión por mantenerse en las primeras filas de la política, a pesar de sus aparentes meteduras de pata, la más importante cuando Rajoy tuvo que sustituirla como ministra de Educación para calmar los ánimos de las autonomías, o cuando la acusaron de haber sido nombrado a dedo presidenta del Senado.
Decir, por eso, que Aguirre no aspira más que a lo que le manden Rajoy o Acebes sería despreciar a una persona que ha demostrado ser un “animal político” y cuyo futuro ha subido muchos puntos después de la derrota de Rajoy el 14-M, dando un paso adelante y convirtiendo a Madrid en un baluarte contra Zapatero en los temas más polémicos y difíciles, lejos del centrismo con el que le gusta jugar a Gallardón.
Gallardón ha querido forzar un envite o un órdago –o un chantaje en palabras de Aguirre- y al final no ha tenido más remedio que jugar con sus cartas sacando a la palestra a su hombre de confianza, Manuel Cobo, que no parece, también a priori, un candidato para medirse con la presidenta de Madrid. Ni siquiera el hecho de que Gallardón vaya en su lista puede evitar la sensación de que el alcalde madrileño no quiere “descender” a la política interna del PP, cosa que no gustará al militante de base.
Otra cosa es que Rajoy, y más concretamente Angel Acebes, secretario general del PP nacional, quieran colocar en el segundo puesto de Madrid, tras Esperanza Aguirre, a uno de sus hombres o mujeres. Ya se lo dijo Acebes a Pío García Escudero y a la propia Aguirre: “No deis por ahora nombres de candidatos a secretario general, porque tiene que ser alguien que se pueda dedicar por entero a ello”. Una manera fina de decir que “el secretario general lo pongo yo”.
El valor más en alza en estos momentos es el concejal del Ayuntamiento de Madrid Sigfrido Herráez, bien visto por todos, incluido el actual portavoz del PP en el Senado, y aún presidente Pío García Escudero. Herráez fue el único concejal de Alvarez del Manzano que siguió en el equipo de Gallardón y, además, mantiene una buena amistad con Aguirre.
Lo que sí parece claro es que las antiguas divisiones familiares del PP de Madrid han quedado, de golpe, reducidas a dos: los democristianos-liberales que apoyarán a Aguirre, y los gallardistas del alcalde. Los partidarios de Rato, cuyo peso era muy grande en la antigua dirección madrileña, han pasado a la historia, por ahora.
El director general del Fondo Monetario Internacional (FMI) reunió a finales del verano a sus seguidores madrileños para ponerles firmes . Un tanto enfadado, Rodrigo Rato les vino a decir que nada de “ratistas” en la organización madrileña. Que no quería formar ninguna familia ni corriente en el seno de la organización. Más o menos el mismo mensaje que transmitió posteriormente a Esperanza Aguirre, a Alberto Ruiz-Gallardón y al propio Mariano Rajoy. Lo único que pidió a estos tres dirigentes es que “cuidaran” a su gente.
Los ratistas madrileños apostaban por mantener en la secretaría general del PP de Madrid a uno de los suyos, en sustitución de Ricardo Romero de Tejada, para lo que hicieron circular los nombres de Juanjo Güemes y Maribel Mariño, ex responsable de Acción Electoral en Madrid y ex presidenta de Paradores Nacionales.
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