villa y corte/ Alberto Delgado
En Madrid es caro heredar
Hablar de impuestos es hacerlo de un tema delicado, porque es sabido que no siempre a igualdad de ingresos corresponde una igualdad de pagos. Hay resquicios legales de los que unos -generalmente los mejor situados económicamente-, se benefician, mientras que otros -generalmente los más débiles en este campo-, no pueden beneficiarse.
Estas diferencias también pueden estar influidas en razón de la autonomía en que residan. El Impuesto sobre Sucesiones es un ejemplo de ello. A los tradicionales beneficios fiscales en Navarra y País Vasco se suman ahora los de Cantabria, La Rioja, Ceuta y Melilla, en los que este impuesto goza prácticamente de una exención total.
Madrid no tiene estos incentivos, por lo que en esta comunidad resulta más caro heredar y ya hay asesores fiscales que aconsejan a los propietarios de grandes fortunas que compren un piso en Cantabria o La Rioja, para empadronarse allí y beneficiar a sus herederos cuando llegue el momento de abandonar este mundo.
No sé si esta pugna competencial entre regiones será buena para sus habitantes, pero crea irritantes desigualdades en un tema, como el impositivo, que debería estar presidido por el espíritu de equidad. Sería bueno que el Gobierno central, respetando las competencias autonómicas, fomentara criterios de igualdad en un impuesto que en esencia no parece demasiado justo.
No es justo que cuando fallece uno de los cónyuges el sobreviviente tenga que pagar un porcentaje sobre la parte asignada al fallecido, cuando en realidad ha sido el esfuerzo común el que ha permitido ese patrimonio. Claro que siempre hay resquicios legales, pero lo discutible es el principio en sí, sobre todo en el caso de patrimonios modestos, que gozan de un mínimo exento, pero en ocasiones la tributación sobre el resto representa un verdadero sacrificio para el cónyuge que ha enviudado. Lo mismo puede decirse en el caso de los hijos. La fiscalidad debe tener unos justos límites, que son de sentido común.