esta españa nuestra/Raúl Heras
La guerra de las mil mentiras
lunes 20 de octubre de 2014, 14:42h
La primera de las grandes víctimas en el conflicto de Irak ha sido la verdad. Hasta ahora, todas y cada una de las versiones dadas por Estados Unidos y Gran Bretaña acerca de las armas de destrucción masiva que poseería Sadam Hussein o sus intentos de conseguir uranio con el que fabricar bombas atómicas, han resultado ser mentiras, y mentiras burdas y fácilmente desmontables.
En esa línea, las argumentaciones del Gobierno Aznar acerca de paralelismos con la primera Guerra del Golfo o la intervención europea y de la OTAN en Kosovo adolecen de la misma falta de rigor y del mismo envilecimiento. Nos quieren plantear un sofisma del absurdo: estar en contra de la guerra es lo mismo que estar a favor del dictador iraquí; o aún peor: si no hay guerra, quien ganará será Sadam. La conclusión a la que pretende llevarnos José María Aznar y su Gabinete no puede ser más perversa: para que no gane el mandatario iraquí en este conflicto inventado desde el petroleo y los deseos de hegemonía mundial, es necesario bombardear pueblos y ciudades, es necesario conquistar Bagdad, es necesario colocar un gobierno militar y un poco más tarde un gobierno tan títere y falto de credibilidad como el que en estos momentos "gobierna" en Kabul, y es necesario enjuiciar a todos los que están con Sadam, pese a que los propios Estados Unidos no han querido ni oír hablar del Tribunal Penal Internacional.
Se compara a Sadam con Hitler, y a la oposición de Francia y Alemanía con las posiciones de franceses e ingleses antes de la invasión de Polonía por las tropas del III Reich; y se deja en el armario la única verdad de ese salto histórico: las palabras del maestro de la propaganda nazi: para que una mentira se "cuele" como verdad debe ser lo más grande posible y repetirla muchas veces. Eso es lo que se está haciendo desde Washington, Madrid y Londres. Eso e intentar comprar con dinero y amenazas, palo y zanahoria unos apoyos en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que laven la cara a una invasión que se va a efectuar de cualquier forma.
Puede que Bush y su equipo deseen cambiar el mundo para regirlo desde un paternalismo compasivo; puede que crean que deben controlar las segundas reservas petrolíferas del mundo ante una más que probable crisis en Arabía Saudí a la muerte del enfermo rey Fad; es seguro que no desean que otros países puedan acercarse a su poderío o influencia, ni siquiera los que se llaman amigos y pertenecen a la vieja y democrática Europa; y es bien cierto que están dispuestos a provocar la desintegración de la ONU, la ruptura del Derecho Internacional, el bipolarismo entre buenos y malos (siendo ellos los que decidan quienes, cuándo y dónde se encuentran los malos) para defender una hegemonía digna de los más rancios planteamientos colonialistas del siglo XIX.
Venden o intentan vender la supuesta instalación de una democracia parlamentaria y electiva en Irak como paso previo a la instalación de una paz duradera en Oriente Medio, como si la democracia occidental fuese exportable en paquetes, sin tener en cuenta la historia, las relaciones económicas, la cultura y hasta la religión imperante en esos países. Y con los "avales" de lo sucedido en Afganistan, en Kuwait, y hasta en la mismísima centroeuropa, en la que el despliegue militar está tapando –y deberá hacerlo por varias generaciones- los odios desatados entre serbios, croatas, bosnios, macedonios, kosovares y albaneses, en una espiral de guerra civil que sólo a fuerza de años y desarrollo económico dentro de una Europa unida podrán salvarse. Y ese proyecto de Europa va a salir más que dañado de la invasión y ocupación de Irak. De forma directa por el conflicto y el reparto que de las reservas petrolíferas va a hacer Estados Unidos; y de forma indirecta por las consecuencias económicas, financieras y políticas que va a tener la división del Viejo Continente, un bloque menos del que ocuparse desde Washington en aras de la competencia global en la que vivimos.
Nadie está defendiendo a Sadam Hussein y a su régimen desde Occidente. Los mismos millones de personas que han salido a las calles para decir no a la guerra, son los que están dispuestos a defender la libertad y la democracia si fueran amenazadas, pero sin mentiras, sin las groseras y torpes mentiras que escuchamos cada día por parte de los defensores de la invasión de un país soberano que tiene dos desgracias juntas y al mismo tiempo: un dictador como presidente y una grandísimas reservas de petróleo en su subsuelo.