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el periscopio/Rafael Gómez Parra

Aznar bajo el síndrome Felipe González

El presidente del Gobierno se encuentra con un grave dilema sobre su sucesión al frente del Estado español, como le ocurrió a su antecesor

"RafaelEl presidente del Gobierno decidió hace dos años que no volvería a presentarse a las elecciones generales como candidato de su partido a la presidencia. Mucha gente alabó su determinación, viendo en esta resolución un intento por evitar que le pudiera pasar lo mismo que a Felipe González, que tras doce años al frente del Gobierno se quemó y arrastró a su partido a perder las elecciones generales.
Pero la realidad es tozuda y Aznar parece dispuesto a caer en el mismo síndrome que su predecesor de creerse "que el Estado soy yo", cuando decidió proseguir su línea de gobierno en 1989, a pesar de que crecían las críticas populares y bajaban los votos en las encuestas.
Ni Filesa, ni la guerra sucia del Gal, ni Ibercorp, hicieron rectificar lo más mínimo a Felipe González, que optó, para no oír las voces de protesta, por meterse en el búnker de la Moncloa. Con el tiempo acabó delegando en sus ministros los asuntos del día a día para dedicarse, lo mismo que ahora hace Aznar, a la política internacional. Baste recordar el importante papel, infructuoso por otra parte, que tuvo España en la Conferencia Internacional de Paz para Oriente Medio (1991) y los Acuerdos de Oslo entre israelíes y palestinos (1993), por no mencionar el apoyo casi entusiasta que dió a Bush padre en la Guerra contra Irak para liberar Kuwait en enero de 1991.
Felipe González se volvió a presentar a las elecciones de 1993 y luego a las de 1996, arrastrado en gran parte por las circunstancias, y sobre todo por la evidencia de que sus posibles sucesores en el partido, Alfonso Guerra, Boyer, Solchaga, Javier Solana, etc, habían quedado descartados por unas razones o por otras. Aznar no quiere que le pase lo mismo que a Felipe González y tiene prisa por irse en 2004, pero tampoco ha podido librarse de la maldición de que sus "escándalos" vayan minando a sus delfines: el Prestige ha estado a punto de provocar la ruina de Mariano Rajoy, que ya no será nunca el hombre solución como le habíamos etiquetado. Gescartera, pero sobre todo la crisis económica, ha podido más que Rodrigo Rato, que bien hubiera hecho si quería tener oportunidades como líder del PP en haberse bajado a tiempo del Gobierno. Y Mayor Oreja perdió las elecciones vascas y su personalidad sufrió un duro parón del que todavía no se ha repuesto, aunque sea el más popular en las encuestas. Hay otros posibles sucesores, especialmente mujeres, como Loyola de Palacio o Luisa Fernanda Rudí, pero cada día que pasa quedan más desfiguradas por la falta de terreno en el que sobresalir. El lanzamiento a la política de Ana Botella no ha favorecido, al contrario de lo que se pensaba, a las candidatas femeninas para suceder a Aznar.
Quedan, eso si, los candidatos por libre, como son Alberto Ruiz-Gallardón y Eduardo Zaplana, que no pierden ninguna oportunidad para trabajarse el tema siempre que les dejan. Pero si Aznar ha caído en el síndrome Felipe González, lo peor para los candidatos posibles sería volver a tropezar en la misma piedra que le hizo caer a Alfonso Guerra, el delfín, cuando intentó conseguir el apoyo de su partido haciendo frente al presidente del gobierno. Al final, lo único que consiguió fue crear una corriente interna, el guerrismo, que todavía persiste, pero que sólo ha funcionado para impedir que otros accedieran pacíficamente a la secretaría general del PSOE, como hicieron contra Joaquín Leguina y José Bono, para caer en los brazos de José Luis Rodríguez Zapatero. Ninguno de los barones regionales socialistas pudo aspirar a dar el salto a Madrid, en parte por miedo a perder la seguridad, y en parte porque llegar a Madrid desde provincias sólo puede hacerse por aclamación, como le ocurrió a Aznar en 1989, cuando el partido y el propio Fraga le pidieron, por favor, que se hiciera cargo de la presidencia del PP en plena crisis de liderazgo de la derecha.
Queda por saber todavía si Aznar va a designar a dedo a su sucesor o si va a permitir una libre competencia entre los tres delfines que parecen querer optar a la candidatura. En el primer caso, nada hace sospechar, por ahora, que alguien se opusiera. Y en el segundo, el sucesor tendría que contar con el apoyo de un Javier Arenas que parece haber consolidado su poder en el aparato del partido que ha venido reforzando su presencia cada año que pasaba.
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