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Raúl Heras

Rato, bajo el aro

"RaulEl primer delfín sucesorio de José María Aznar está en campaña. Suele darse una vuelta semanal por las "provincias" para asistir a cuantos actos le organicen sus más afines, y aprovecha su poderosa estructura en la autonomía madrileña a través del secretario general, Ricardo Romero de Tejada, para reunirse con militantes y votantes, a ser posible estos últimos, empresarios. Compite en ese y otros afanes con Alberto Ruíz Gallardón , con Esperanza Aguirre, y desde hace unos días con Ana Botella. De los cuatro espadachines del Partido Popular quien lo tiene peor es la expresidenta del Senado, que cuenta con menos equipo e intendencia que sus colegas, y que se queja en privado de la desorganización de su propio equipo y de la falta de creatividad de los que van a lanzar su campaña: Lo último, copiar el slogan de una entidad financiera para sus ofertas de créditos.
Rodrigo Rato quiere suceder al presidente del Gobierno tanto en Moncloa como en la calle Génova. Desde la vieja amistad que los une y desde la fuerza que le da ser uno de los "pata negra" del partido, conocer a fondo la política económica a nivel mundial, llevarse bien con los nacionalistas catalanes y vascos, y contar con más apoyos mediáticos que cualquiera de sus rivales en la carrera. Con su ruptura del "pacto de caballeros", forjado en las comidas mensuales que Javier Arenas propicia con los otros dos vicesecretarios, Jaime Mayor Oreja y Mariano Rajoy, el responsable de Economía se ha colocado en zona, debajo del aro –por emplear un símil baloncestístico- con la idea de que todo aquel que se postule como candidato tenga que pasar al ataque y hacerle personal, aunque sea el propio Aznar quien intente imitar a Michael Jordan.
Los que están con él se sienten contentos. Ha dejado de pertenecer al trío de los mosqueteros para convertirse en Dártagnan. Le convencieron y se convenció de que en los triunviratos suele ganar quien menos aspiraciones aparenta y menos liderazgo reclama, y que entre el superpopular Mayor Oreja, y el discreto Rajoy, le estaban haciendo una "pinza" digna de los mejores días de Aznar y Julio Anguita.
Rato tiene todas las de ganar. De frente ninguno de sus rivales va a intentar hacerle sombra, y sólo el poderoso dedo del presidente podrá apartarle de recoger la antorcha dentro de unos meses. Las encuestas se van suavizando a su favor, la economía puede repuntar de una vez si la invasión de Irak no termina en catástrofe, y no necesita de reuniones especiales para resolver dudas con financieros, empresarios, sindicatos y medios de comunicación por ser más que conocido su pensamiento y su talante. Y el "lado oscuro", aquel al que tanto temía, está como el sepulcro del Cid bajo siete cerrojos.
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