
Karzai: El aliado elegante
Hacía tiempo que en las televisiones españolas no se hablaba de Afganistán. Si el ministro Alonso no llega a tener la ocurrencia de visitar a las tropas españolas allí desplegadas, es muy probable que nadie se hubiera acordado de ese remoto, bello y desventurado país.
En las hemerotecas y de este viaje, va a quedar que el ministro es ahora partidario de sancionar a los guardias civiles por la manifestación de Madrid.
Apenas quedará nada de lo que le pueden haber contado nuestros soldados o de lo que le han pedido los afganos. Por aquellos
lares, donde la gente es indómita, prolifera la burka y abundan los kalasnikov, lo habitual es que soliciten dinero, una carretera,
teléfonos o electricidad. Esta vez no. En esta ocasión y con extraña sinceridad, lo que reclaman es que el flamante Ejército español mueva un poco el culo y además de construir escuelas, arreglar clínicas y repartir galletas, se emplee a fondo con los
terroristas y de paso, bombardee los campos de amapola del opio.
Son esos campos donde los jerifaltes cosechan la pasta de la se extrae la heroína y con la que pagan los fusiles, las balas, las bombas y las bandas de facinerosos con que traen a mal traer al presidente Hamid Karzai y a sus aliados occidentales.
Seguro que les ha llamado la atención el porte de Karzai. Tocado con un gorro de astracán, vestido con americana sobre camisa de cuello cerrado al estilo indostánico, con pantalones holgados y cubierto con una túnica verde, contrasta con el atavío típico del líder afgano: barba poblada, turbante enorme y camisola zarrapastrosa.
No es casualidad que uno de los directores de Gucci declarase hace poco que Karzai es el "dirigente político más chic del mundo".
Indumentarias aparte, el presidente lo tiene crudo. Karzai pertenece a una familia aristocrática, tiene una enorme fortuna personal, que incluye restaurantes y hoteles en EEUU, sabe jugar al buzkashi -tumultuoso deporte nacional en el que dos equipos de jinetes
compiten por el cadáver de una cabra decapitada-, es licenciado en Ciencias Políticas y habla inglés, francés, su nativo pastún y,
por supuesto, el dari, la forma afgana del persa.
En su pasado hay hasta hazañas bélicas, protagonizadas cuando todavía existía la URSS y el Ejército Rojo invadió Afganistán. De esa época, le tiene que haber quedado un conocimiento profundo de las debilidades humanas y de los entresijos del espionaje, porque se dedicaba a canalizar los fondos que las agencias de inteligencia de Estados Unidos y Pakistán destinaban a los guerrilleros mujahidín.Todo eso no le servirá de mucho si los norteamericanos y sus aliados le dejan solo. No es de extrañar
que sus subalternos pidan a los guerreros españoles que se mojen un poco.