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La nación humillada

Es como aquel cuento de Cortázar: “Continuidad de los parques”. Un lector avanza en un relato en la biblioteca de su mansión, hundido en un cómodo sillón. De entre la niebla del cuento surge un hombre que deja a su amante en una cabaña del monte, y armado con un cuchillo llega a una casa, atraviesa su jardín, y asesina a cuchilladas a la víctima plácida que progresaba en cada línea hacia su muerte. De la misma forma, Zapatero ha creído que todos los datos de la realidad eran una pura ficción, un relato paralelo sin más sentido que el de adornar un escenario sobre el que se construía el que según sus propagandistas, era el proceso de paz. La bomba de la T-4, los cientos de kilos de explosivos son la culminación de un cuento trágico y terrible que todos dábamos por cierto (basta ver las últimas encuestas sobre el optimismno-pesimismo de los vascos) menos el presidente.
Sabemos desde hace meses que ETA seguía cosechando la mies roja y podrida de su extorsión. Sabemos, porque nos lo han dicho los franceses, que su actividad no ha cesado, que ha robado armas, coches, matrículas, que ha construido zulos, o “proyectos de zulo” en la terminología de Rubalcaba, y que se preparaba para un “accidente” según Zapatero, o un atentado según lo que hemos conocido durante los últimos treinta años. Chema Montero dijo que barruntaba una nueva bomba, y hasta el inefable Eguibar habló de los efectos políticos que tendría un ataque en toda regla. Así que a nadie ha sorprendido la furgoneta bomba de la T-4, salvo al Gobierno.
Es verdad que los únicos responsables de las bombas son quienes las colocan. Así que no carguemos los resultados en la cuenta del Gobierno. Zapatero es sólo responsable de haber querido hacernos creer en las bondades del proceso, de habernos metido de hoz y coz en un laberinto del que sólo él y su visión triunfalista eran garantía, de haber ido en solitario, de haber debilitado al Estado, de haber marginado en este proceso a las víctimas y al Partido Popular, a los que ha despreciado, arrinconado, y nunca ha hecho caso.
Hoy la banda es más fuerte, sus finanzas están reconstruidas, su arsenal a punto, y su capacidad de hacer daño intacta. No sólo no hemos avanzado nada sino que hemos ido hacia atrás. En su ceguera, Zapatero rechazó la mano tendida del PP. Dos muertos y un terrible y trágico atentado han sido insuficientes para romper el proceso. Sobre los escombros del parking de la T-4 solo le queda una alternativa: o dar un giro radical a la política antiterrorista o marcharse. Un día, hace ya tiempo, Mayor Oreja pronosticó que ETA humillaría al presidente. He aquí el resultado. Y con él a todos nosotros.
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