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Nancy Pelosi, la señora 'presidenta'

No es la mujer más poderosa del mundo, aunque sí la que más manda en Estados Unidos. Se llama Nancy Pelosi, tiene 66 años aunque no los aparenta y preside la Cámara de Representantes. Antes que ella, ninguna mujer había alcanzado un cargo tan elevado. Jamás, en la historia de Estados Unidos, una fémina había llegado tan alto en el escalafón federal.
Pelosi es también millonaria y de no cruzarse en su camino la ambiciosa Hillary Clinton –cosa bastante probable- puede que dentro de un año escaso la veamos concursando para convertirse en la aspirante demócrata a la Presidencia.
Nancy es de origen italiano, procede de la culta Maryland y desde 1987 ha sido la representante en el Congreso del distrito donde está San Francisco. Hace cuatro años, cuando fue elegida por sorpresa líder de los demócratas, hubo quienes calificaron la decisión de "error estratégico" y vaticinaron que no se haría con las riendas del partido. Por entonces, la Guerra de Irak no había desgastado a Bush y los neocom reinaban en Washington.
Sus críticos ignoraban una peculiaridad de Pelosi: sus genes. Es hija de Thomas Alessandro, que fue alcalde de Baltimore, donde el cambalache y la componenda han sido el pan de cada día. El progenitor de Nancy era un maestro en la compraventa de favores y su hija ha heredado ese difícil arte.
Ese talento le ha servido para meter en vereda al Partido Demócrata, una formación que, según el semanario The Economist, "es casi tan fácil de controlar como un grupo de señores de la guerra afganos".
Para entusiasmo del New York Times e irritación de los republicanos, Pelosi ha conseguido que los líderes demócratas cierren filas, se ayuden unos a otros y se planteen como misión la reconquista de la Casa Blanca. Ya dominan el Senado y la Cámara y quieren la Presidencia.
Para alcanzar el objetivo no basta el respaldo de la prensa liberal y de los actores de Hollywood. No siempre que te aplauden los "progres", lo hace el americano medio. En lugar de ir a la confrontación directa con Bush, ha optado por la moderación. Estados Unidos es un país enorme, que no respira necesariamente al ritmo que lo hacen los habitantes de Nueva York o San Francisco.
Para ganar unas elecciones presidenciales hay que cautivar al votante del Medio Oeste, hay que convencer a buena parte de esos ciudadanos que no viajan al extranjero, que se ponen la mano en el pecho cuando suena el himno y hablan de "valores". Es por eso por lo que la presidenta de la Cámara de Representantes ya ha dejado claro que cualquier cambio en la política en Irak deberá hacerse "de acuerdo con Bush".
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