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Mahmud Abbas: El hombre acosado

Llegó al poder como un hombre de paz y ahora vive en medio de los tiros. No los de los israelíes, sino los de los suyos, los de esa mitad del pueblo palestino que vota a Hamas, aplaude a los terroristas suicidas y sueña con arrojar al mar a los judíos. El presidente Mahmud Abbas, y su partido, Fatah, han lanzado un órdago. Y Hamas y su Gobierno integrista no se amilanan. A las pocas horas de que anunciara su decisión de convocar elecciones anticipadas, la plana mayor de Hamas acusó al apacible Abbas de iniciar una guerra "contra Alá y los palestinos".
Serán necesarios, como mínimo, cuatro meses para preparar la cita con las urnas. Pero poco le importan esos plazos a Hamas. El primer ministro, Ismail Haniya, insiste en que los suyos no concurrirán a la pelea electoral. Mientras tanto, se dedican a combatir. El enfrentamiento parece haber llegado a un punto de difícil retorno. Hay mucho en juego -puestos, subvenciones, privilegios- y la pregunta que flota en el aire es si Abbas, que cuenta con las simpatías de occidente, será capaz de ganar. Es un veterano. Hace 71 años que Nació en Palestina, cuando los Santos Lugares estaban todavía bajo mandato británico. Su familia fue de las que tuvo que huir, tras la guerra de 1948. Exiliado en Qatar en la década de los 50, ayudó a reclutar a cuadros para la OLP. Fue uno de los cofundadores de Al-Fatah junto a Yaser Arafat, a quien acompañó en el exilio en Jordania, Líbano y Túnez.
En la organización, a diferencia de Arafat y de otros dirigentes, siempre tuvo fama de ser un intelectual honrado. Se le respetaba por su vida ordenada y simple, su tranquilidad y moderación. Estudió derecho en Egipto antes de doctorarse en Moscú y de volver a la acción política directa. Escribió una decena de libros, alguno muy polémico como el titulado "El otro lado: la relación secreta entre el nazismo y el sionismo", en el que parece negar el Holocausto judío. En 2003, durante su breve paso como primer ministro en la Autoridad Palestina, concedió una entrevista al diario israelí Haaretz, en la que decía: "no niego el Holocausto; sólo cito una discusión que existe entre los historiadores. El Holocausto fue terrible, un crimen imperdonable que no puede ser aceptado". Estas palabras, impensables en otros árabes, bastan para reivindicar a Mahmud Abbas.
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