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Madrid, patio de turistas

He pasado el puente en Madrid. Me gusta quedarme en casa. Aborrezco los atascos para salir, y los que me encuentro al llegar. Soy, como muchos otros, un madrileño nacido en Navarra, porque ya se sabe que los madrileños nacemos en cualquier parte del mundo. Madrid, como dijo Machado, es el rompeolas de las Españas, una ciudad hecha de emigrantes, de aluviones, de gentes de provincia, y ahora de peruanos, ecuatorianos que se apoderan del parque del Oeste los fines de semana, de rumanos y búlgaros, que como algunos camareros de mi barrio, hablan el español con una perfección fonética asombrosa.
Antes, los puentes de Madrid eran una zona del calendario privilegiada, un paréntesis de atascos, un lujo de ciudad amable, sin colas, sin esperas, con plazas para aparcar, y mesas vacías en los cafés. Ahora es una urbe que da la alternativa a los miles de turistas que llegan en avión, en coche, en autobús. Paseas por las calles y oyes hablar en catalán o en italiano, francés, inglés o portugués. El jueves, las cestas del teleférico llevaban desde Rosales a la casa de campo a una tropa abigarrada de orígenes múltiples, como si fueran a merendar a la dehesa, entre pinos y encinas.
¿Qué buscan en Madrid? En octubre de este año, Madrid recibió 600.000 visitantes, y alcanzó su propio récord, que será pulverizado, sin duda, en este mes de diciembre. La capital de España se ha convertido en la cuarta ciudad más visitada de Europa. Más de la mitad de los que vienen llegan desde otras ciudades y pueblos de España. Subrayo la avalancha de estos días de puente porque algunos amigos que dirigen hoteles han pasado días rascándose la cabeza, pensando si es que había en nuestra ciudad algún congreso de esoterismo oculto o de magia negra. Pocas veces habían visto una demanda tan alta de habitaciones.
Paseando estos días por Preciados o Serrano, he llegado a la conclusión de que sólo buscaban tiendas abiertas, un comercio atractivo y disponible, una ciudad eficaz, y algunos museos para justificar el viaje. Es más que probable que un régimen liberal en los horarios sea una de las razones de la prosperidad de Madrid. Podríamos hablar de una oferta cultural atractiva, que también. Podríamos citar una red de restaurantes novedosa, a pesar de que la guía Michelin solo nos haya concedido una nueva estrella. Se lo aseguro: quienes han venido a pasar el puente en Madrid llenaban los comercios de Serrano, se disputaban las aceras de la calle, abarrotaban hasta el delirio la venta de roscas de los conventos de clausura en el ABC de Serrano, y competían por un décimo de doña Manolita después de dejarse las pestañas en los comercios de Sol. Esa es la verdad. Si luego se llevaron un catálogo de la Thyssen, mejor.
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