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Madrid, corral de comedias

Si la intervención literaria en clave gallega del líder del primer partido de la oposición en la presentación de la medio biografía de la presidenta de la Comunidad madrileña se convierte en un hecho político relevante, no queda más remedio que aceptar que este Madrid de comienzos del siglo XXI sigue siendo un patio de monipodio, un corral de comedias en el que los villanos de la Villa y Corte se divierten con complots palaciegos, teatrillo de enredo, rumores y comadreos de alcahuetes y poco más.
Esperanza Aguirre no deja de crecer en presencia política y liderazgo interno de su partido y ha aprovechado la ocasión de escribir por mano amiga sus primeras y parciales memorias -a semejanza de lo que hizo Gertrude Stein con su compañera inseparable Alice B. Tocklas en uno de los libros más certeros y amenos sobre el París de los años de Picasso y la Generación Perdida americana que se hayan escrito- para reafirmar sus críticas al alcalde Gallardón, para darle un nuevo revolcón en sus aspiraciones, y para dejar bien sentado que en esta Comunidad centrífuga el bastón de mando le pertenece. Por lo menos hasta que el PSOE se lo arrebate y no parece que tal y como están las cosas, sondeos y candidatos incluidos, eso vaya a suceder a corto plazo.
El libro, que es obra con tres registros: el de la letra de Virginia Drake, el de la música del impar Regino García–Badell Arias, y el de la orquesta, que se debe a Imelda Navajo, está pensado y muy pensado, con esa mezcla de maldad, frescura, impaciencia, naturalidad y dureza que caracteriza a la presidenta madrileña, a la que no parecen importarle los errores políticos que comete, pues con la misma rapidez que los hace, los deshace. Tras el golpe donde más duele, la excusa. Y aquí no ha pasado nada.
Tiene un objetivo más largo y a más largo plazo la obra: la líder del PP madrileño necesitaba un perfil en negro sobre blanco (ya lo tiene sonoro cada día en esa zarzuela que dirige y representa el barítono FJL en la Cope) de cara a sus aspiraciones legítimas de convertirse en la primera mujer jefe del Gobierno de la Nación. Con esa capacidad suya camaleónica de transformarse en Margaret Thatcher, para transmutarse en Hillary Clinton, y terminar fundiéndose en Segolene Royal. Reconozcamos que muy pocas personas son capaces de asumir esos cambios y hacerlo con esa velocidad. Y seguir siendo Esperanza Aguirre.
Libro ligero, sin profundidades de ningún tipo. Ameno, digerible para el gran público. Sin secretos. Agua para la protagonista, azucarillos para su todavía jefe político nacional, y aguardiente para su compañero y sin embargo enemigo el alcalde. Ese podía haber sido el subtitulo para hacerlo aún más madrileño y haberlo sacado a la venta con un DVD de la representación de la zarzuela que debe andar por los archivos de Televisión Española.
Estoy convencido de que Madrid, la capital del Reino, conserva ese aire de corral de comedias desde que se aprovecharon los patios de vecindad para representar a nuestros clásicos. Se comprueba en cada desayuno, almuerzo o cena que organiza uno de los mil clubs o foros que existen. En el ir y venir de los que asisten, con los grandes dueños de la economía actual al frente, desde el gran Florentino al incipiente Entrecanales, desde el huraño Del Rivero al locuaz Martín. Y la gran legión de funcionarios de cualquier tipo cada vez más imagen y semejanza de sus antecesores de la Restauración borbónica de Cánovas y Sagasta; más los correspondientes escribanos que deben dar fe mediática de lo sucedido. Convertidas, pues, las susodichas páginas en material político fungible o en ladrillos dialécticos con los que atizar al contrario, lo mismo lo utilizan los socialistas para buscar una esperanza electoral que hoy no tienen, que los populares para destacar las diferencias entre don Mariano, doña Esperanza y don Alberto, que tal parece que el mundo de los liderazgos de la derecha española se acabara en esos tres nombres.
En ese trance, tras pasar las de Caín por la nueva representación de los garrotazos de don Francisco de Goya y Lucientes en carne partidaria, el jefe del PP no tuvo más remedio que acudir en solitario al lanzamiento oficial de la biografía. Sacó lo mejor de sí mismo, que es la ironía, y con ella se defendió de cualquier otra veleidad personal o colectiva. Ironía para alabar a Aguirre e ironía para alabar a Gallardón, e incluso hasta se permitió el mismo tono para rescatar del apuro histórico a Javier Arenas, al que nuestra presidenta saca a pasear en sus recuerdos para darle un buen capón, que el sevillano está jugando en el equipo de enfrente.
Riachuelos de tinta para alabar la fina oratoria de Mariano Rajoy, su “galleguismo”, su habilidad para salir del apuro protocolario y político en el que se encuentra de forma permanente por uno u otro de sus compañeros, y poco o nada para entrar de verdad en el tema de fondo del debate en el que está inmerso el primer partido de la oposición: el del liderazgo suficiente para ganar en las urnas. En las del próximo mayo y en las futuras generales.



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