Castells es un socialista moderado, muy bien visto por los convergentes y hombre de la absoluta confinazaa -hasta ahora -de
Maragall. Muy cabal, razonable y de un catalanismo incuestionable para los pujolistas. Empezó simpatizando con el PSUC, próximo a los Cristianos por el Socialismo de
Alfonso Carlos Comín, que es su sobrino. Años más tarde, como responsable de economía del PSC mantenía contactos y reuniones frecuentes con el ex conseller pujolista
Macià Alavedra.
Con
Artur Mas de presidente de la Generalitat,
Antoni Castells formaría un tándem clásico de lo que siempre se ha calificado desde las filas de ERC y de ICV "la sociovergencia", que es la base, el eje sobre el que ha girado siempre el llamado 'oasis catalán', que tanto ha ayudado a la convivencia política, pero al mismo tiempo ha facilitado en demasía las corruptelas. Aquello de "tú me tapas esto y yo no cuento aquello...".
Artur Mas se ve ya como president de la Generalitat, siempre claro está que gane las próximas elecciones, pero también tiene claro que su futuro y el de CiU están inevitablemente unidos a los del PSC. Y lo que es más importante ha "convencido" a
Zapatero de lo mismo, lo que va a provocar, sin duda, una guerra interna en el propio socialismo catalán y entre
Maragall y la dirección del PSOE, como ya está ocurriendo con las tarascadas que le envían al president tanto
José Blanco como
Pepe Bono.
La larga y comentada entrevista del sábado 21 de enero entre
Zapatero y
Artur Mas, que derivó en un acuerdo sobre el Estatut de Catalunya, fue una intensísima sesión de siete horas menos cinco minutos en la que apenas se bebió agua y se fumaron dos puros. Apenas interrumpida por cuatro llamadas que hizo el presidente y dos -una, a su mujer; otra, al experto económico
Homs, para evacuar una consulta especializada- del líder convergente.
De ahí se derivó la creencia convertida en rumor insistente de que
Pasqual Maragall está ya "amortizado" para el PSOE y para el PSC. Por mucho que el actual president de la Generalitat vaya a capitalizar el triunfo sobre el Estatut, el posterior referéndum sobre el mismo y la probable victoria en esta consulta popular, que tendrá lugar, piensan todos, en septiembre. A
Maragall, como antes a
Jordi Pujol y antes aún a
Josep Tarradellas, se le colocará en una hornacina venerable, pero sin mayores responsabilidades ejecutivas.
Mas cree que el vencedor en el referéndum estatutario en Cataluña será la abstención. De ahí que preocupe tanto la posición abstencionista que actualmente ostenta Esquerra Republicana de Catalunya.
El candidato socialista a las próximas elecciones catalanas, que presumiblemente no se adelantarán, por lo que tendrán lugar en noviembre de 2007, en el caso de que
Maragall "se retirara" tendrá un perfil "no demasiado alto". Bien podría ser el propio
Antoni Castells, que luego se quedaría como "conseller en cap" de un Govern presidido en la Generalitat por
Mas.
Otro problema a resolver previamente: Las relaciones con Unió y
Josep Antoni Duran i Lleida, coaligado con la Convergencia Democrática de Catalunya de
Mas y
Pujol, pasan por malos momentos, derivados de lo que en Unió consideran "traición" de
Mas al entrevistarse inadvertida y clandestinamente con
Zapatero. Aún ahora, la tensión persiste y no será fácil retomar la normalidad. A
Duran, piensan las gentes más cercanas a
Mas, hay que darle una salida: un ministerio, el de Exteriores, en el Gobierno central del que ya se habló en la etapa de
Aznar en La Moncloa, y que el propio
Pujol cerró con un rotundo no. ZP estaría de acuerdo, y
Mas, por supuesto, también. No se repetirá el veto de
Pujol. Pero no habrá ministerio para
Durán antes de que
Mas sea president de la Generalitat. Las cosas, atadas y bien atadas.
Lograr un acuerdo PSC-CiU para gobernar Cataluña sería, además, volver a la idea inicial de la década de los 80 que se rompió por el éxito inesperado de
Pujol. Y sobre todo cerraría el camino para cualquier acuerdo entre la derecha nacionalista y el Partido Popular.
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