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El hamlet palestino

El hamlet palestino

Más de 1,3 millones de personas estaban convocadas ayer a las urnas para elegir a los 132 nuevos diputados del Parlamento palestino. Los medios subrayan que es una oportunidad histórica, para un pueblo que ha perdido demasiadas y ponen el acento en la participación, por primera vez, de los terroristas de Hamas.
Junto a eso, se destaca que gana Al Fatah, el partido oficial, el que fundó el ya fallecido Yaser Arafat y que el primer ministro -de no ocurrir un desastre- será probablemente Salam Fayad, un ex funcionario del Fondo Monetario Internacional, que es visto con buenos ojos por Estados Unidos, la Unión Europea e incluso Egipto y a quien se considera honrado.

Este detalle es importante, porque las instituciones de Gaza y Cisjordania, el embrión de Estado que es la Autoridad Nacional Palestina, es el paraíso de la corrupción. Lo era con un facineroso como Arafat, que transfirió a las cuentas suizas de su mujer miles de millones y que transformó en lujosos pisos parisinos buena parte de la ayuda que la bienintencionada Unión Europea enviaba para hacer hospitales, escuelas, viviendas, carretera y potabilizadoras. Su sucesor, el bueno de Abu Mazen -a quien muchos califican de “hamlet palestino” porque se debate en un permanente ser y no ser- no está metiendo la mano en la bolsa, pero parece incapaz de arreglar el desaguisado.

A pesar de sus esfuerzos, la ANP no levanta cabeza. El mes pasado tuvo serios problemas para pagar los salarios de sus 130.000 funcionarios y la cosa pinta cada vez más cruda, porque los donantes internacionales están hartos de que su dinero se evapore como por encanto.

Un periodista judio afirmaba que los Servicios de Inteligencia israelíes creen que la ANP está “al borde de un colapso gubernamental completo”, algo que ya ha ocurrido en Gaza “donde ha dejado de existir como entidad de gobierno”. El propio Banco Mundial prevé que este año el déficit en el presupuesto de la ANP alcance los 850 millones de euros producto. Una cifra descomunal, si se tiene en cuenta que los palestinos no suman ni seis millones. Se ha impuesto la costumbre de que todos cobren del erario publico. Lo hacen hasta los terroristas de las Brigadas de Al Aqsa, a los que Abu Mazen puso en la plantilla en un infructuoso intento por desactivar a este grupo vinculado a Fatah, para evitar que siguieran poniendo bombas y pegando tiros.

En semejante aquelarre, el paternal Abu Mazen inspira hasta ternura. Tienen 70 años y es un hombre pragmático, realista, dialogante e inclinado a la paz. Se asegura que nadie le ha visto empuñando un arma, ni acodado en una trinchera. Hace unos días confesó estar “exhausto”. El hamlet palestino insinuó incluso que podría dimitir si no consigue implementar su ideario político. Mazen es un hombre de paz, y el respaldo que recibe de los países árabes moderados, Israel y Estados Unidos es sincero. Pero el problema más serio de Abu Mazen, a corto plazo, serán sus conciudadanos.
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