Dallas acoge el paraíso de la escultura
Reza el dicho popular que no se pueden poner puertas al campo, ni tampoco se pueden poner límites al arte. Partiendo de esta idea el arquitecto italiano Renzo Piano diseñó el centro Nasher de escultura, ubicado en Dallas (Estados Unidos). Se trata de uno de las pocas instituciones del mundo dedicadas a la exhibición, estudio y preservación de la escultura moderna, con la peculiaridad añadida de que fue concebida como un museo sin techo.
El inmueble se podría describir como una caja de cristal, escrupulosa con los criterios de la arquitectura sostenible. En palabras del propio Piano “el hombre que, en un principio, hizo de la ostentación tecnológica una suerte de sello de fábrica, acentúa su transformación en los últimos años hacia una arquitectura mucho más ecológica”.
El centro Nasher de escultura incita a la reflexión sobre el arte y la naturaleza y, al mismo tiempo, alberga una colección de 350 esculturas de los grandes autores del siglo XX, perteneciente a Ray Nasher, quien siempre tuvo la idea de crear un museo que sirviera como remanso para el público. El coleccionista aportó en su totalidad los 70 millones de dólares (XXX millones de euros) que fueron necesarios para financiar la compra del suelo y la construcción del edificio.
El resultado fue una galería compuesta por cinco pabellones paralelos de igual tamaño (38 metros de largo por diez de ancho), cuyos muros enfrentados están revestidos con planchas de mármol travertino. “La idea original del proyecto –insiste Piano- fue la de crear un oasis en medio de la actividad febril del centro urbano”. Con esta intención el diseño del museo combina galerías interiores con un jardín exterior de esculturas. El resultado es una gran caja de cristal de cinco mil metros cuadrados de planta, que tiene como cubierta un techo abovedado hecho con delicados paneles de vidrio, que se cuelgan de delgadas varillas de acero.
Luces y sombras.- En su construcción se utilizó un innovador dispositivo realizado en aluminio y especialmente diseñado para este proyecto que, colocado sobre los vidrios del techo, funciona como pantalla solar, y permite controlar la cantidad de luz natura que se filtra al interior. El mecanismo de sombra fue desarrollado como un medio eficaz para admitir los niveles más altos de luz ambiental del norte en las galerías, bloqueando al mismo tiempo el sol directo del sur. Este sistema permite que las esculturas puedan ser admiradas a la luz del sol, ya que no es necesario recurrir a la luz artificial durante la mayor parte del tiempo.
El complejo, ubicado en pleno “barrio de las artes”, forma parte de las treinta hectáreas que albergan el teatro de Rem Koolhaas, varios centros de arte moderno, uno de ellos obra del japonés Tadao Ando, y el centro de ópera, diseñado por Norman Foster. Su estructura interna se distribuye en tres pabellones centrales en la planta baja, a modo de galerías, mientras que los dos situados en los extremos han sido destinados a las oficinas y los espacios públicos, entre los que se incluyen una tienda de regalos y un restaurante. El nivel inferior cuenta con otra galería destinada a la exposición de obras sensibles al medio ambiente y a la luz, con un auditorio que se abre a un jardín aterrazado.
Se pretendía que el espacio de exhibición fuese continuo y sin cortes en el que las fachadas de vidrio de los pabellones los comunican con un espacio ajardinado que cuenta con una suave pendiente, de modo que “el jardín es la continuación de las galerías y, a su vez, el museo es parte del jardín”, explica Renzo Piano.