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Zapatero y Rajoy: Todo o nada

Zapatero y Rajoy: Todo o nada

Lo han decidido y nada, ni nadie parece capaz de hacerles ambiar de decisión. La guerra electoral, una larguísima guerra electoral en dos fases: la autonómica y municipal en el 2007, y la general cuando toque (entre el 2006 que quiere el PP y el 2008 que pretende mantener el PSOE ), está en marcha entre las direcciones de los dos grandes partidos, con sus respectivos líderes, Zapatero y Rajoy, al frente.
Desde la oposición inesperada, no se trata de desgastar al adversario que gobierna criticando sus errores en sanidad o en educación o en vivienda. Eso son menudencias que no llevan a ninguna parte. Está el gran órdago a todo en la partida de mus en que se ha transformado la crisis del nuevo Estatut catalán propuesto por la casi totalidad del Parlament.

No cuenta Maragall, un simple comparsa a nivel del estado, por más que sus señas y guiños molesten a los jugadores. No cuentan ni Mas, ni Carod, ni Saura aunque puedan llevar a Cataluña a unas elecciones anticipadas. No cuenta el popular Piqué, que intenta navegar entre aguas muy turbulentas.

Aquí y desde ahora, quienes cuentan y quienes deciden son cuatro protagonistas, rodeados eso sí de mirones. Las dos parejas de la partida: Rajoy y Acebes, por un lado; Zapatero y Blanco, por el otro. Y los cuatro saben y son conscientes de que quien pierda estará en la oposición durante muchos años.

El presidente del Gobierno ha convencido a los suyos de su estrategia, o por lo menos ha logrado imponerles el silencio público; y el presidente del PP se ha sumergido en la tesis de los duros de su partido que no hacen sino prolongar la visión que su ex-presidente, José María Aznar, tiene y mantiene desde el púlpito de la Faes.
Rajoy y los suyos trabajan a corto plazo. Necesitan mantener la presión social sobre lo institucional y llegar a las elecciones (anticipadas) entre el convencimiento popular de que España está en peligro de desintegración y que sólo la vuelta al poder de los populares puede remediar el caos en el que el socialismo de Zapatero ha metido a este país.

Lo suyo es presión desde el primer toque, presión en todas las esferas de la vida pública, desde los Parlamentos a la calle a través de los medios de comunicación. Nada de juego elegante. Entradas duras, contundentes, que es mucho lo que está en juego. Nada de ganar poco a poco los "amarracos", órdago a todo, a pares, a chica, a todo. Y que el otro no consiga las treinta y una.
Zapatero, por su parte, juega a largo plazo ( que en este caso es a año y medio), con la seguridad personal ( y no compartida por una parte muy importante de los suyos, que han decidido ser obedientes mientras no se agudicen las cosas ) de que logrará pasar el Estatut por el Congreso, recortarlo por todas partes, devolverlo a Cataluña y mantener los apoyos parlamentarios de Esquerra e Iniciativa.

También de que ese éxito y ese camino le va a despejar el camino en Euskadi, tanto de cara a un cambio en las intenciones del PNV, como en el logro de la "paz" con ETA. Y por último, que sus deterioradas relaciones con Estados Unidos mejorarán una vez que hayamos cerrado la compra de material militar por un montón de miles de millones de pesetas y el lobby industrial de USA persuada a la Casa Blanca de que somos un buen y fiel amigo.

Logrado todo ello el PP se quedará sin discurso, se quedará sin apoyos parlamentarios y tendrá que resignarse a ser oposición otros quince años, hasta que una nueva generación reemplace a los actuales dirigentes y de un giro de 180 grados a su estrategia.

Vamos, el cambio, del cambio del cambio. La triple gemela si habláramos de caballos ahora que se ha reabierto el hipódromo de Madrid.
¿Cuál es el problema de unos y otros? Que trabajan para sus intereses partidistas y se olvidan del conjunto social en el que operan. Se olvidan de que actuan sobre el material fungible y cambiante de la opinión pública y de las circunstancias sociales, económicas y culturales del momento.

Se olvidan de que siempre aparecen las personas que deben llevar los mensajes y su credibilidad a los ciudadanos, y que depende de su capacidad de convicción el que se les crea más o menos. Y se olvidan ( en este caso en el PP ) de un principio que los norteamericanos tienen muy en cuenta: a mayor presión, menos tiempo. La fuerte intensidad de cualquier tema tiene corta vida.

Alrededor de la mesa, los que miran, y hasta se permiten opinar entre murmullos, seguidores de las dos parejas, tampoco desean lo mismo. La ambición, al igual que la vanidad e incluso la soberbia, no tiene límites para algunos especímenes humanos que se mueven en la espesa jungla del poder en que se ha convertido España. Eso sin entrar en el mundo financiero y económico. Ni en el jurídico, ni en el eclesiástico, ni en el sindical... Partidas y órdagos de todos los colores.

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