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Santiago Barroso

Una sonrisa cargada de dinamita

Lo dicen las encuestas: el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero sigue conservando mucho carisma, encanto y simpatías entre la opinión pública. El presidente sigue obteniendo la nota más alta entre todos los dirigentes políticos españoles. Sigue con su inalterable sonrisa, con su tono educado. Pero, pese a lo que dijo al llegar a La Moncloa, el poder ya ha empezado a cambiarlo -cambia a todos; ¿cómo iba a poder escapar él al maleficio monclovita?-.
Hay colectivos que piensan que el Gobierno ya no es tan simpático y que la sonrisa de Zapatero está cargada de dinamita. Empiezan a abundar empresarios, profesionales liberales y periodistas que confiesan sentirse aislados y, en algunos casos, “atemorizados” ante el Ejecutivo. Y hablan de un exceso de intervencionismo. Naturalmente, el affaire del BBVA, en el que la constructora Sacyr, que preside Luis del Rivero, en alianza con Juan Abelló, ha intentado hacerse con el control y la presidencia del banco, con la ayuda inestimable del asesor presidencial Miguel Sebastián, ha horadado bastante la imagen del Ejecutivo.

Resulta que Zapatero, y esto es algo que te dicen incluso sus más próximos, escucha preferentemente a los personajes aparentemente más conflictivos, como Sebastián o el secretario de Estado de Comunicación, Miguel Barroso, un “azote” tanto para determinados colectivos periodísticos como para dirigentes del PSOE y del grupo parlamentario. O como el ministro de Exteriores, Miguel Angel Moratinos, un hombre capaz de abroncar a una periodista porque le critica, “tú, precisamente, que eres, o eras, amiga...”.
¿Y los ministros restantes? Pues hay de todo. Desde la afabilidad algo cómplice del public relations José Bono, hasta la tensión que introduce en cualquier relación la titular de Fomento, Magdalena Alvarez, cuya dureza en el trato se ha hecho ya legendaria.

María Teresa Fernández de la Vega pasa por ser, pese a todo y a su gesto a veces algo adusto, la cara amable del Ejecutivo. Aunque, como se ha contado, su jefe de Gabinete anterior abandonase el cargo porque no podía con la tensión. De la vicepresidenta se cuenta que es el eje sobre el que pivota un Gobierno irregular, aunque ella hace que las cosas vayan, en general y salvo descoordinaciones, marchando. Lo que ocurre es que hay ministros de difícil acceso para los periodistas, seguramente porque desde la Secretaría de Estado de Comunicación, que lleva con mano de hierro Miguel Barroso, se quiere un mayor control. Y es que si Aznar fue mucho más que querido, temido, algo semejante empieza a ocurrir con este Ejecutivo socialista que trata de imponer sus poderes en la Judicatura, en los medios de comunicación, en las grandes empresas, en las agrupaciones profesionales...
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