Proyectos urbanos/Mónica Figueres
La sencillez triunfa en el centro de París
lunes 20 de octubre de 2014, 14:42h
Las ciudades se construyen para las personas que van a vivir en ellas y el urbanismo está, o debería estar, al servicio de los vecinos de cada lugar y de sus necesidades y su forma de vida concretas. Por eso, han sido precisamente los ciudadanos los que han inclinado la balanza a la hora de elegir el proyecto urbano que se desarrollará en el área parisina de Les Halles, situando en primera posición con sus votos el diseño del francés David Mangin.
El concurso ha sido el centro de atención de la prensa especializada local durante meses y más de 120.000 personas han visitado la muestra para conocer los proyectos. La propuesta destaca precisamente por ser “realista y sostenible” y por resultar “la menos traumática para los parisinos”. Además, es la que preveía tiempos de obra más breves y un presupuesto más bajo, además de ser la que menos contraste produciría.
Los expertos apuntan a un motivo decisivo en la elección del proyecto de Mangina que hace referencia al recuerdo de la “obra sin fin” que se puso en marcha a finales de la década de los 70 y que había dejado el corazón de la ciudad con un “hueco” durante más de 20 años. Por eso, a pesar de que ha sido calificado como “un proyecto sin potencia ni personalidad arquitectónica”, ha logrado superar a los trabajos de arquitectos de gran prestigio internacional, como Rem Koolhaas, Jean Nouvel o el despacho de arquitectos MVRDV, que presentaban enormes dificultades para su realización y para su comprensión. Como ejemplo, la propuesta de MVRDV consistía en una plaza de vidrio suspendida sobre el área de intervención y la de Nouvel habría supuesto una fuerte ruptura con el paisaje urbano. El diseño de Koolhaas, en cambio, fue el que mejores críticas recibió a lo largo del proceso de selección por parte de expertos y técnicos del Ayuntamiento parisino, que se dejaron seducir por la idea de un cañón que resolvía el problema de la diferencia de niveles en las superficies de la calle y los espacios subterráneos.
Pero no siempre lo más llamativo es lo que más gusta. El diseño ganador tuvo sus máximos defensores en el jurado y los vecinos del barrio, en su mayoría comerciantes. La intervención ha sido definida como “modesta” y consiste en un jardín tradicional, ordenado sobre el eje urbanístico actual, y un cuadro de vidrio suspendido sobre un espacio comercial ordinario. Las principales críticas, por otro lado, residen en la falta de audacia y en la ausencia de un espíritu propio identificativo del lugar y de imaginación en el proyecto. Además, los detractores de Mangin atribuyen la elección final a las presiones comerciales en lugar de a los méritos arquitectónicos o urbanísticos, pero la decisión está tomada y hay que aceptar que, como en cualquier concurso, “nunca llueve a gusto de todos” y, al fin y al cabo, los que verán el proyecto cada día son los que han tenido la última palabra.