www.euroinmo.com

Santos Muñoz/ Presidente de Ecovi

Las gestoras : garantía para el cooperativismo de viviendas

El cooperativismo de viviendas nunca ha sido un tema que nos haya dejado indiferentes. Parece no haber un término medio entre los grandes detractores y los grandes defensores del sistema cooperativo. En primer lugar, hay que señalar que el cooperativismo de viviendas no es sino un modelo más del sistema de promoción inmobiliaria. No es una alternativa política ni social esencialmente diferente.
Existe un promotor (individual o colectivo), existe una utilización de un capital financiero y de unos medios técnicos comunes a toda promoción inmobiliaria. ¿Dónde está entonces la diferencia? Quizá sea fruto de cómo surgió históricamente el movimiento cooperativo de viviendas, y su desarrollo histórico nos puede aportar el por qué de esta desconfianza.

A partir de la idea de que una autogestión traería como consecuencia un abaratamiento del coste de la vivienda, determinados colectivos, constituidos en cooperativa, iniciaron una gestión inmobiliaria con una carencia profesional que trajo como consecuencia unos resultados en algunos casos absolutamente diferentes de los que teóricamente se debían esperar. En el funcionamiento del campo inmobiliario ha habido luces y sombras. Se ha utilizado en muchos casos para prácticas abusivas aprovechando en determinadas situaciones propicias el resultado extraordinariamente positivo que ofrecía la ley de la oferta y la demanda, dado que la vivienda es un bien de primera necesidad y somos capaces de renunciar a otras muchas cosas con tal de conseguir una.

Toda empresa inmobiliaria que se precie de realizar una buena gestión debe contar con un staf dedicado a llevar una buena administración, una buena gestión y un control de todo el proceso inmobiliario desde el inicio de la promoción hasta la entrega de las viviendas. El mundo cooperativo de viviendas tuvo un origen inicialmente diferente. Se intentaba suprimir la ganancia del inversor/promotor al ser los propios cooperativistas los promotores. Ello, a primera vista, garantizaba un precio sensiblemente inferior, y más ante las grandes ganancias que parecían tener la promotoras que vendían a terceros.

Pero se creyó que la gestión de todo el proceso era sencilla y fácil: Buscar un terreno, comprarlo, encargar un proyecto, elegir una constructora, buscar financiación, controlar la construcción, entregar las viviendas. Era una tarea que se consideraba fácil para cualquier advenedizo. Y, además, se ahorraban los gastos de gestión, pues, en muchos casos, los realizaba la junta rectora nombrada por los cooperativistas, sin ninguna experiencia profesional en el medio en que se desenvolvían.

Y ese fue el primer desastre que las cooperativas de viviendas tuvieron que padecer. En muchos casos no fue que se usurpara el dinero de los cooperativistas, sino que se debió más a una mala gestión. Con todo ello, el precio de las viviendas, en algunos casos, fue más alto que si se hubieran comprado en el mercado libre. Esto creó un ambiente social en contra del cooperativismo, alimentado a menudo por la propaganda de algunas empresas inmobiliarias que menospreciaban este campo por considerarlo peligroso y, a la postre, más caro.

A menudo, las promociones cooperativas, ante una experiencia inicial más o menos positiva, fueron adquiriendo una profesionalidad que se puso al servicio de nuevas promociones, en las que se empezaba a garantizar la profesionalidad en la gestión. Eran cooperativas de viviendas que realizaban varias promociones y la experiencia de las primeras les servía para las siguientes.

Este fue el origen de las gestoras de cooperativas. Se vio la necesidad de crear empresas de gestión que se pusieran al servicio de las cooperativas de viviendas, garantizando con su profesionalidad un buen hacer y un feliz término del proyecto inmobiliario. Y hoy en día son muchas las empresas de gestión al servicio de las cooperativas capaces de competir profesionalmente con el resto del campo inmobiliario.

Las nuevas cooperativas ya no tienen que esperar a adquirir una experiencia a través de las dificultades o los fracasos, sino que cuentan con una empresa de gestión altamente profesionalizada. Y se mantiene el principio básico inicial de conseguir la vivienda a precio de coste, ya que la gestión no es un gasto añadido, sino una necesidad del funcionamiento profesional de todo proceso inmobiliario. Estas gestoras, conocidas, respetadas y valoradas en el campo inmobiliario y financiero, conocedoras del mercado, son capaces de estar informadas de las ofertas del mercado y de la Administración para que el mundo cooperativo pueda conseguir sus viviendas a precio de coste. Con ello se han convertido en muchos casos en animadoras para que grupos de personas formen una cooperativa y consigan así su vivienda o que, si ya están constituidos en cooperativas, soliciten sus servicios para realizar con total garantía su gestión y la consecución de su proyecto inmobiliario.

De esta manera, las cooperativas están ya en condiciones de competir técnica y profesionalmente con cualquier empresa inmobiliaria.

Los/as cooperativistas tendrán que asumir, cosa que a veces les cuesta, que son ellos los promotores, que la gestora es una empresa que está a su servicio, pero que las decisiones las toman ellos. Pero éste es un proceso que ya no tiene los riesgos que tuvo en su momento a la hora de embarcarse en un proyecto inmobiliario sin la ayuda de unos profesionales que están a su servicio para llevarlo a buen término.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios