Villa y corte/Alberto Delgado
El barrio de Tetuán
El barrio de Tetuán ha cambiado, como lo ha hecho el de Lavapiés. El factor fundamental del cambio ha sido la inmigración. Dominicanos y ecuatorianos han invadido de forma pacífica -en ocasiones no tan pacífica- las calles del barrio, especialmente la parte izquierda de la calle Bravo Murillo cercana a Cuatro Caminos.
Lejos están los tiempos en que Tetuán no era distrito, sino pueblo, con su Ayuntamiento cercano a lo que es hoy la Plaza de Castilla. Entonces había muchos traperos, y las casas eran bajas y modestas. Pasaron los años, y el pueblo se convirtió en distrito, y la margen derecha de Bravo Murillo, donde había numerosas huertas, algunas situadas frente al estadio de Chamartín, dio paso a nuevas y modernas construcciones. En la izquierda se asentaron pequeñas industrias, especialmente de artes gráficas, talleres de reparación de coches...
Ahora Bravo Murillo es una de las principales arterias comerciales de Madrid, y el precio del metro cuadrado de local ha subido a cifras astronómicas. La zona es foco de atracción de inmigrantes, hasta el punto de que cerca del 20% de la población es extranjera. Y surgen problemas de convivencia con los vecinos que llevan muchos años asentados, y cuyo promedio de edad es elevado. Hay nuevas construcciones, pero subsisten casas modestas, en las que se agolpan los inmigrantes. Como algo que puede parecer anacrónico, en la zona de Alvarado todavía se conserva una casa de baños, lo que indica que todavía hay viviendas que no tienen uno.
La inmigración tiene su parte de marginación, y la marginación es un caldo de cultivo de la delincuencia. En los últimos días se han producido agresiones, ajustes de cuentas y violencia. La inseguridad es preocupante, y el problema es difícil de resolver. Si paseas por la zona, puedes comprobar cómo las calles están invadidas de inmigrantes, que hacen la vida fuera de sus casas, quizá porque no reúnen condiciones. Aquí, como en otros puntos de Madrid, la integración constituye un problema.