Raúl Heras/ esta españa nuestra
Ni Ben Laden ni Fungairiño saben lo que pasa
lunes 20 de octubre de 2014, 14:42h

El jefe de los terroristas del mundo, Ben Laden, no sabía que un grupo de sus simpatizantes iba a poner bombas en los trenes madrileños el 11-M. Así lo aseguran el ex jefe de los Servicios Secretos españoles, Jorge Dezcallar, y el propio juez que investiga los atentados más sangrientos de la historia de España, Juan del Olmo. A algunos les parecerá una explicación demasiado sencilla para una trama tan compleja, pero la realidad siempre es así: mucho más simple de lo que nos imaginamos.
Tampoco hubiéramos podido creernos hace unas semanas que el duro fiscal jefe de la Audiencia Nacional, el que más condenas tiene contra los terroristas de ETA, no sepa lo que ocurre en España, porque ni lee los periódicos y en la televisión prefiere autocomplacerse con los documentales de la BBC. Suponemos que serán seriales sobre la naturaleza.
Son demostraciones palpables de que nada es lo que parece en este mundo. Todos nosotros nos imaginábamos a Ben Laden en una cueva secreta de Afghanistán o en una lujosa mansión de Suiza (según la afición que tenga cada uno por las novelas de misterio), recibiendo a los terroristas marroquíes, tunecinos, egipcios y hasta españoles, ¡por qué no!, para instarles a la Yihad o Guerra Santa, pero lo más seguro es que ninguno de los terroristas que hicieron explosionar la dinamita que guardaban en su casa de Leganés conociera a Ben Laden. Esta conclusión judicial en vez de tranquilizarnos debería hacernos reflexionar sobre los límites de nuestra propia seguridad.
¿A quién querían castigar los terroristas del 11-M?, ¿al Gobierno de Aznar que había apoyado la guerra de Irak?, ¿a los españoles que colonizaron Marruecos hace menos de un siglo? ¿Hubieran hecho el atentado si España no hubiera mandado tropas a Irak? Todas estas y muchas otras preguntas tienen una difícil respuesta política, pero una fácil conclusión popular. Los diputados que llevan casi un mes intentando descubrir no se qué misterios del 11-M deberían mirar más lo que piensa la gente y menos a sus ombligos.
Todo el mundo en la calle está convencido de que los terroristas atacaron España no sólo porque era un aliado activo de Bush, sino porque Aznar hizo alarde de ello y la foto de las Azores, de los dos mandatarios más Blair, dio la vuelta al mundo. Por eso el PP perdió las elecciones, digan lo que digan los zapateristas. Pero sería simplista pensar que la mecha no se podría encender por cualquier otra razón de las que enfrentan al primer mundo contra el submundo. También los serbios podrían haber pensado en atacar a los españoles cuando Javier Solana, entonces secretario general de la OTAN, dio la orden de atacar al régimen de Milosevic y destruir, junto a los norteamericanos y europeos, las ciudades yugoslavas. No ocurrió, pero a muchos socialistas la actitud de su dirigente político les pareció impresentable y peligrosa.
Aznar pensó equivocadamente que meterse en la guerra de Irak no iba a traerle a España más problemas de seguridad que cuando nuestras fragatas participaron en la Guerra del Golfo en el año 1991, cuando mandaban Felipe González y Bush padre, cosa que nos provocó no pocos problemas con los países árabes. Tampoco Estados Unidos, con toda su maquinaria bélica y sus enormes servicios de espionaje, pudieron evitar que unos cuantos aviadores suicidas se lanzaran contra las Torres Gemelas y el Pentágono, después de haber aprendido a volar en las propias escuelas norteamericanas.
La realidad es que el Gobierno de Aznar, obsesionado por ETA, no hizo nada para prever un ataque de grupos o fuerzas islamistas, pero a estas alturas tampoco parece que le hubieran perdonado al PP que hubieran sido los separatistas vascos. ¿Hubiera podido hacer algo? Seguramente no haber entrado en la guerra de Irak, pero le hubiera hecho perder la amistad de Bush y Blair, los dos grandes personajes de su vida. Puede parecer frívolo, pero no lo es. Los gobernantes siempre son víctimas de sus propios miedos y de sus propios sueños. A Felipe González le perdió su idea de que nadie podría demostrar que había mandado fundar los Gal para que mataran etarras. Nadie lo pudo probar nunca, pero él acabó pagando las consecuencias de un acto y, fuera cual fuese la verdad, la mayoría de los españoles creyeron a pie juntillas que él era la famosa X de la cúspide que diseñó el juez Baltasar Garzón.
¿Estamos seguros ahora que Zapatero ha traído a los soldados de Irak? El juez Del Olmo ya ha alertado que algún terrorista pudo escapar de la explosión de Leganés y que no ha aparecido toda la dinamita que robaron. ¿Estamos seguros de que el nuevo Gobierno no va a tomar alguna decisión que provoque actuaciones violentas? Nadie cree que mandar unos cuantos guardias civiles a Haití o tropas de apoyo a la democracia en Afghanistán sea peligroso, pero a estas alturas de la historia nadie está seguro. Muchos españoles están ya pidiendo que Zapatero presione a sus socios europeos para mandar “cascos azules” a Palestina y así evitar las matanzas israelíes. ¿Habría consecuencias graves para estos países si lo hicieran? El terrorismo no es monopolio de nadie y todos podemos ser víctimas y verdugos, como se ha demostrado en la Guerra de Irak y sus consecuencias.