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villa y corte/ Alberto Delgado

La rehabilitacion del centro

El Ayuntamiento quiere rehabilitar el centro histórico de la capital. Es una zona unida a los avatares de Madrid durante varias generaciones, y en la que hay edificios en buen estado, junto a otros que amenazan ruina. Las famosas corralas son expresión del Madrid castizo, pero buena parte dejan mucho que desear en habitabilidad e higiene.
Sus habitantes suelen ser personas mayores, con bajas jubilaciones, que no pueden hacer frente a los gastos de rehabilitación. El Ayuntamiento acaba de aprobar un gasto equivalente a 3.000 millones de las antiguas pesetas para la adquisición de varios inmuebles en el centro. Es el primer paso en una operación que va a afectar a unas 40.000 viviendas.

La fórmula que se ofrece a los moradores de estas casas es perfectamente aceptable. Si eran propietarios, se les mantienen los metros de su propiedad, y el resto (porque por superficie eran infraviviendas), se les vende a precio de VPO. Los que vivían en régimen de alquiler, pasarán a pagar una renta adecuada a sus ingresos.

La zona de Lavapiés es uno de los principales focos de rehabilitación. Los esfuerzos del Ayuntamiento deben complementarse con otras acciones igualmente necesarias. Por ejemplo, la eliminación de talleres semiclandestinos, donde se hacinan inmigrantes orientales en condiciones inaceptables. La Inspección de Trabajo no tendría grandes dificultades para comprobar esta situación. Al mismo tiempo, una vigilancia policial que impidiera la inseguridad ciudadana. Si los vecinos tradicionales de la zona se ven obligados a marcharse por esta razón, si el comercio tradicional desaparece en manos de mafias que adquieren locales pagando al contado, sin que se investigue la procedencia del dinero y la relación con Hacienda y la Seguridad Social, los esfuerzos municipales por rehabilitar el centro pueden ser estériles.

La regeneración del centro debe hacer habitable y atractiva la vida de los madrileños que han permanecido en esa zona durante varias generaciones. Compatibilizar tradición e inmigración es una tarea difícil, pero necesaria.
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