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La contraportada

Un muro contra las favelas

Pablo Sola/ Río de Janeiro

lunes 20 de octubre de 2014, 14:42h
Frente a las políticas urbanísticas sociales anunciadas por Lula da Silva en relación a la propiedad de las favelas, la violencia generada en la favela de Rocinha, en el Estado de Río, donde han muerto diez personas, ha provocado que las autoridades quieran construir un muro de tres metros de altura que las rodee y aisle.
La propuesta de la gobernadora del Estado de Río de Janeiro, Rosinha Matheus, para la construcción de un muro que rodee las cuatro favelas más conflictivas de la parte más rica de la ciudad de Río (Rocinha, Vidigal, Chacara do Ceu y Parque da Cidade) ha puesto en evidencia las políticas sociales de Brasil.

Frente a las políticas que el presidente del país, Luiz Inácio Lula da Silva, hizo al asumir el cargo, como fueron la posibilidad de entregar la propiedad de las barracas a sus habitantes, la construcción de infraestructuras y el establecimiento de servicios policiales permanentes en estos barrios marginales, los más desfavorecidos se encuentran ahora con una propuesta de aislamiento.

De hecho, estas iniciativas habían comenzado en 80 favelas a lo largo y ancho de Brasil, recibiendo incluso visitas de políticos extranjeros, entre ellos británicos y franceses, pero una sangrienta Semana Santa en la favela de Rocinha donde se produjeron al menos diez muertos por el fuego cruzado de narcotraficantes y policías, ha dado al traste con esas políticas urbanísticas sociales.

La gobernadora propone la construcción de un muro de tres metros de altura y cinco kilómetros de longitud que impediría, por un lado, que las favelas se extendieran hacia áreas de protección medioambiental y, por otro, aislaría a los narcotraficantes, que no podrían huir con tanta facilidad a los bosques cercanos.

Este muro, una infraestructura similar a la que construye Israel en Cisjordania, tendría varias puertas para permitir el acceso de los habitantes, pero haría más fácil a los policías vigilar la entrada y salida de los delincuentes.

El 25% de las favelas está en Río y el 10% de la población de este Estado vive en esos barrios. Las dos más conflictivas son la Rocinha y Vidigal, donde habitan dos bandas de narcotraficantes rivales que se disputan los puntos de venta de drogas. En concreto, la primera es calificada como “la favela más grande de Latinoamérica”. Aunque las cifras de población bailan, seguramente por la ausencia de censos reales, se habla de entre 60.000 y 200.000 personas hacinadas en las laderas de las montañas de Río, lo que convierte a la Rocinha en una ciudad dentro de otra ciudad. En su interior existen dos bancos, cuatro escuelas y miles de comercios, incluso es objeto de interés turístico, según los paquetes que ofertan algunas agencias de viajes de aventura, que acercan a sus clientes hasta allí para que vean el modo paupérrimo en que viven millones de personas en Brasil.

La construcción de un muro que aísle aún más a los más pobres ha sido duramente criticada por el alcalde de Río de Janeiro, César Maia, que ha dicho que “el cercado sólo servirá para crear un parque temático de la cocaína”.

La propuesta, ya insólita de por si, ha sorprendido aún más al realizarse bajo el mandato de Lula, el presidente de los sin tierra, que aún no ha conseguido llevar adelante ninguna de las reformas sociales y económicas que había anunciado, con las que millones de brasileños soñaban y por las que le dieron su apoyo. De hecho, la tasa de desempleo subió por tercer mes consecutivo en marzo, hasta un 12,8% de la fuerza laboral, desde un 12% en febrero.
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