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La contraportada

350 años de leyenda en el Taj Mahal

Mónica Figueres/ Agra

lunes 20 de octubre de 2014, 14:42h

No hay unanimidad acerca del verdadero origen del Taj Mahal, el mausoleo más visitado de Asia. ¿La consolidación de un imperio o un símbolo de amor? Tal vez ambas cosas sean, en realidad, lo mismo. Tres siglos y medio después, millones de turistas siguen quedandose perplejos ante el templo blanco de Agra.
Hace ya 350 años que el Taj Mahal domina el perfil de la ciudad de Agra, en La India, con sus formas curvas y su impoluta cúpula blanca. Es muy posible que, a lo largo de estos tres siglos y medio, se haya convertido en el mausoleo más famoso del mundo, llegando a superar incluso a las pirámides más visitadas de Egipto. A pesar de que ni el Gobierno indio ni el Instituto Nacional de Arqueología han anunciado ninguna celebración especial para su aniversario, millones de turistas rendirán su homenaje personal paseando por sus jardines y admirando sus salas.

El diamante de la arquitectura hindú, la tumba más elegante del planeta, construida en uno de los países más pobres, no fue más, en sus inicios, que una ostentosa muestra de amor. Al menos eso es lo que cuenta la tradición popular. Algunos historiadores dicen que se trataba únicamente de una gran construcción que debía consolidar la fuerza y el imperio de Shah Jaha, pero son muchos lo que quieren creer que, como dice la leyenda y como cuentan los más románticos estudiosos, cuando todo el norte de La India se hallaba bajo el dominio mongol, el emperador decidió iniciar la obra más majestuosa y extravagante del imperio en honor a su difunta esposa, Mumtaz. Desde 1631 hasta 1653, más de 20.000 personas trabajaron en un proyecto arquitectónico que fusionaba la tradición propia del país con la persa-musulmana y que estaba llamado a ser una visión casi irreal de mármol blanco, bajo el cielo de Agra. Imaginar a los 1.000 elefantes que transportaron los materiales a través de los 300 kilómetros que separan el Taj Mahal de Makrana, donde se iban recibiendo las piedras preciosas traídas de Bagdad, China, Afganistán, el Tibet, Egipto, Persia, Yemen, Rusia y Ceilán, no es tarea fácil ni para los más aficionados al cine de ciencia ficción y a los cuentos de “Las Mil y Una Noches”. Todo este esfuerzo tuvo un alto precio para Shah Jahan, que perdió el rumbo obcecado en que ese homenaje póstumo reflejara todo el amor que sentía por la madre de sus catorce hijos. Fue precisamente uno de ellos quien le derrocó y le encerró en el Fuerte de Agra, donde pasó el resto de su vida contemplando tras las rejas la majestuosidad del Taj Mahal.

La Corona del Palacio, que es lo que significa Taj Mahal, lleva ya 350 años atrayendo miradas y admiraciones y, como es inevitable, inspirando leyendas históricas y relatos fantásticos. Uno de los más antiguos cuenta que, una vez el edificio estuvo terminado, el emperador, antes de ser capturado por su hijo, ordenó que cortaran los brazos a todos los que habían participado en la construcción, para que no pudieran volver a repetir semejante obra arquitectónica en ningún otro lugar. Creer o no en las leyendas, depende ya de lo que prefiera cada uno.
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