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Nino Olmeda

El espectáculo empobreció la política

NinoTodo estaba preparado, era el día de Esperanza Aguirre, que no deseaba ceder ni un solo momento de protagonismo. La sede de la Comunidad de Madrid, en la Puerta del Sol, estaba llena hasta los topes. No faltaba nadie. Estaba el presidente saliente y la presidenta entrante, que atrajo al acto a todo el poder del Gobierno presidido por Aznar y del nuevo PP encabezado por Rajoy.
Todos estaban con ella. Parecía que los focos y los titulares del día siguiente iban destinados a la presidenta, que en su toma de posesión derrochó muestras de agradecimiento a todos los que le han ayudado a llegar a ser la primera mujer elegida para gobernar una comunidad autónoma. Dirigiéndose a los madrileños aseguró que su objetivo es lograr el progreso y la prosperidad para todos los ciudadanos y ciudadanas. Tuvo palabras de cariño para sus antecesores, el socialista Joaquín Leguina, y el popular Alberto Ruiz-Gallardón, al que regaló los oídos y el ego con una promesa: que el auditorio que la Administración regional está levantado en San Lorenzo de El Escorial llevará el nombre del alcalde de la capital, en reconocimiento a su amor por la música. Todo iba sobre ruedas, hasta que se pudo comprobar que Gallardón no tomó la palabra. A partir de ese momento, la política espectáculo tomó las riendas de la situación y se convirtió en la protagonista de la jornada. De esa y de las siguientes, al menos eso destacaron los medios de comunicación. Todo el mundo reconoce a la nueva mandataria la potestad de organizar el protocolo a su libre albedrío, pero no está de más reconocer, igualmente, la figura del que se autoproclamó presidente del "gobierno de los mejores" y reivindicó para sí la excelencia en todas sus actuaciones. Durante 8 años Gallardón fue el mejor póster del centro derecha y sus personalismos y guiños progresistas dieron pie a muchas conjeturas con respecto al sucesor de Aznar. Su tiempo en la Comunidad de Madrid pasó y se trasladó a la alcaldía, desde donde siguió fomentando la tan necesaria disidencia . Ahora, Aguirre llega al poder regional y quiere marcar su territorio. Pensó que, dijera lo que dijera, Gallardón siempre crearía polémica, y al final tomó una solución que no sólo no le restó protagonismo a su antecesor, sino que lo mantuvo en la primera línea informativa. Luego, unos y otros desmintieron desmentidos y aclararon términos que a la gran mayoría de los madrileños les traen al fresco.
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