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esta españa nuestra/Raúl Heras

La dimisión de Trillo

Alguna cabeza debería rodar por el trágico accidente de los militares españoles en Turquía, pero parece que en este caso pasará como con el Prestige

lunes 20 de octubre de 2014, 14:42h
El ministro de Defensa hizo el gesto de colocar su dimisión encima de la mesa de José María Aznar, aunque éste no se lo aceptó. Pero son muchas las evidencias que demuestran que tanto Defensa como la cúpula del Ejército español no han actuado como debían en la organización de los transportes militares a Afghanistán y ahora a Irak.
Llueve sobre mojado. Al parecer, las críticas de los militares que tenían que volar en los aviones ucranianos –que son los más baratos porque provienen de las antiguas fuerzas armadas soviéticas (material y tripulaciones) y viven materialmente en el avión- eran constantes, pero los generales dicen que a ellos no les llegó ningún informe que pusiera en duda la bondad de los aparatos, que además –insisten- estaban avalados por una agencia de la OTAN, que al parecer sólo se dedica a ver si los papeles de los aparatos están en regla. Nadie nos ha explicado todavía a qué considera la OTAN estar en regla, a lo mejor es que simplemente comprueban que no pertenecen a una organización ligada a Al Qaeda, o a los terroristas ucranianos.
Manejar un ejército cuesta muy caro y más si se mete uno en operaciones internacionales. Cuesta y no produce nada, así que todo son pérdidas. La Guerra de Marruecos la perdió el Ejército español contra Abd el Krim por falta de presupuestos y anteriormente ocurrió lo mismo en la guerra de Cuba. Ganar la guerra de Irak ha costado miles de millones de dólares (nadie sabe cuánto exactamente) y si Bush hubiera racaneado en el transporte aéreo o simplemente en las botellas de agua que llevaba la tropa para atravesar el desierto, a estas horas Sadam Hussein estaría cantando victoria, o, por lo menos, no habría ocurrido una victoria tan contundente.
Tanto Federico Trillo, como la cúpula militar española, tenían una misión que cumplir y no han tenido éxito. Un accidente es algo imposible de prever, pero si en la investigación de las causas se demuestra que no se hicieron las cosas como se debían, alguien tendrá que pagar las consecuencias políticas. Si ahora las tropas españolas a Afghanistán van a ir en aviones españoles, con todas las comodidades, es que la alternativa a los aviones ucranianos era posible.
Hasta el Rey y el presidente del Gobierno han puesto a disposición del Ejército sus aviones oficiales. También se podría haber fletado un charter de Iberia, Air Europa o Spanair, que hubiera servido para ayudar a las compañías aéreas españolas. Así se hubieran cubierto dos objetivos: tener más seguridad e invertir en empresas españolas y no ucranianas.
No vamos a hacer un balance de las contradicciones en las que ha ido cayendo Trillo desde que se supo del accidente de Turquía con el trágico balance de 62 militares muertos. Pero han tenido que ser las familias de los fallecidos los que han ido poniendo sobre la mesa las pruebas de que lo que se decía desde el Ministerio de Defensa era mentira. Han aparecido testimonios increíbles: cartas, fotos y hasta relatos orales, que ponen los pelos de punta sobre la forma en que viajaban los militares españoles enviados a Afghanistán. Es evidente que los informes que la cúpula militar ha ido poniendo sobre la mesa del ministro de Defensa y que éste ha repetido ante los medios de comunicación tienen poco que ver con la realidad que vivían los militares que tenían que ir y venir a las zonas de conflicto.
Es verdad que Rodrigo Rato no dimitió cuando se descubrió el escándalo de Gescartera, e incluso todavía aspira a ser el sucesor de Aznar. Y que Francisco Alvarez-Cascos ha sobrevivido a la tragedia del Prestige en Galicia. Ninguno de ellos puede ser acusado de haber dirigido, permitido o participado directamente en los hechos, pero ambos eran los responsables, igual que Trillo, de que el sistema funcionara bien. De todas maneras, en el caso Gescartera tuvieron que dimitir los responsables de la CNMV, Pilar Valiente y Luis Ramallo, además del secretario de Estado de Hacienda, Enrique Giménez Reyna. En el caso Prestige, no ha dimitido nadie, y llevamos camino de que algo parecido ocurra en el asunto del accidente de Turquía.
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