Lo de siempre: mano izquierda

Señores, tengo que reconocerlo: nosotros, los búhos, estos animales nocturnos habitualmente asociados a escenas tenebrosas, también somos presa del miedo. Sin ir más lejos, el plumífero que aquí suscribe se despertó atemorizado el 10 de marzo. Y no era para menos, después de la barahúnda de los que anunciaban el Apocalipsis para después de las elecciones. Se trataba de un desplome inmobiliario diferido, según los rumores de muchos. Una debacle del ladrillo, maquillada por la Administración.

Pues bien, el día después de las elecciones pasó sin el anunciado hundimiento. Y aquí sigo, posado en mi olivo, a la expectativa. Veo que el sector sigue complicado y que las empresas tienen que usar mucha mano izquierda para salir adelante. Vamos, lo de siempre.

Nos dice Forbes que España ha perdido varios multimillonarios por la crisis del sector inmobiliario, empezando por el malogrado Enrique Bañuelos, que perdió 6.400 millones de dólares por el descalabro de Astroc. El emprendedor levantino se ha quedado con el resquemor del batacazo y con una fortuna personal de “sólo” 1.300 millones de dólares, con los que podrá lamerse las heridas o incluso intentar una nueva aventura.

Otros daminificados por la mala racha del sector son Joaquín Rivero, Manuel Manrique o Bautista Soler. La caída de Colonial hace bajar a Luis Portillo que se cruza con la estrella ascendente de los Albertos, a los que la fortuna parece sonreír ahora que han el Tribunal Consitucional anuló la pena de cárcel por sus pecadillos en el caso Urbanor.

Muchos consumidores verán con desgana (por decir algo) los reveses de los más ricos, para los que perder unos cientos de millones de euros representa menos que para el común de los mortales una ligera subida de la hipoteca. No se amohínen, que decía aquel. Si tienen problemas y están a punto de ser desahuciados, negocien condiciones personales con el banco. Lo decía Donald Trump hace poco. Miren dónde ha llegado él con esos consejos.