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Optimismo exagerado y cierre en falso

El sillón es el sillón, se este es el poder o en la oposición: esta especie de ripio poético que me he permitido para concentrar en un titular la lectura que han hecho de los resultados electorales los protagonistas de la contienda, encierra la mayor de las verdades, y ahí está la reacción de los distintos dirigentes políticos tras la cita con las urnas para confirmarlo. El único que ha hecho autocrítica tras unos resultados desastrosos ha sido Gaspar Llamazares para, eso sí, a continuación afirmar que el acta de diputado, “su acta” se queda con él. Es verdad que el sistema electoral quita fuerza y resta diputados a Izquierda Unida, de la misma forma que se los quitaba al PCE, y favorece el bipartidismo de las dos grandes formaciones; pero no es menos cierto que la formación de izquierdas lleva años con el rumbo perdido y sin saber muy bien a qué carta quedarse: hace una cosa en Madrid, otra en Cataluña, otra en el País Vasco…y todo ello sin la útil ayuda, sin laconexión que antes existía con el sindicato, con su “fuerza obrera”, con unas Comisiones Obreras que llevan su propio rumbo y con sus propios dirigentes.

Es triste y es una pérdida para la propia democracia, pero es una realidad: el futuro de IU es muy negro. Algo similar -hasta en sus luchas internas por el liderazgo- ocurre en la izquierda independentista catalana: Esquerra Republicana se ha dado un batacazo, y de los gordos, y deja en evidencia el papel de sus dos líderes, Carod Rovira y Puigcercós. Gane quien gane en los próximos meses debe comprender, asimilar y actuar en consecuencia de que el radicalismo del que ha hecho gala en un territorio como Cataluña no le proporcionará en el próximo futuro ni un solo voto. Son sus propios seguidores quienes les han dicho que no están por el republicanismo a ultranza, ni por el separatismo como eje político, ni siquiera por su papel de comparsas destacados del Gobierno de la Generalitat que preside un socialista nacido en Córdoba y que se llama José Montilla.

El nacionalismo de corte separatista o independentista ha perdido y mucho a favor de los socialistas y en pro de un gran bipartidismo. Lo cual es bueno para España en su conjunto y puede hasta ser mejor si desde el PSOE y el PP se dedican a mirar en conjunto por encima de sus discrepancias y acuerdan que para competir en un mundo globalizado y en una Europa de grandes países, el tamaño y la unidad sí importan.

El histórico PNV se ha visto superado en las tres provincias vascas, lo cual debería hacerles reflexionar tanto al lendakari Ibarretxe como al presidente del partido, Iñigo Urkullu, hacia dónde quieren ir y hacia dónde quieren llevar a sus ciudadanos, incluidos los que apuestan de forma más o menos decidida por la violencia. Su empecinamiento en convocar un referéndum este otoño, como vehículo para insistir en sus propuestas de independencia respecto a España y alejarse de las tesis moderadas del ex presidente Josu Jon Imaz, les han conducido al peor resultado de su historia y deja abierta la posibilidad que ya acariciaron Nicolás Redondo y Jaime Mayor Oreja de un gobierno alternativo, en este caso bajo la batuta del líder del PSE, Patxi López.

ETA es un “ingrediente” que contamina la vida política y especialmente la vasca, pero cada día que pasa, cada elección que transcurre, desciende en todos los aspectos su importancia dentro de la vida pública. Con la muerte, el asesinato, el chantaje y el miedo no van a lograr ninguno de sus objetivos y van a conseguir que “su país” siga descendiendo en la escala del bienestar. En este caso también es aplicable el comienzo de esta crónica: a los jefes de los terroristas les importan más los sillones cubiertos de sangre que la felicidad y el porvenir de aquellos que aún les apoyan.

Dado que en Galicia ha ocurrido lo mismo con el Bloque Nacionalista Galego, pese a ser más moderado, me voy a ahorrar la repetición de los mismos argumentos, que estarían más cercanos a la percepción de lo sucedido con Esquerra que de lo ocurrido con el PNV, por lo que me permitiré un vistazo sobre el único grupo nacionalista que se salva de la caída: Convergencia i Unió. La moderación tiene su recompensa y así lo han demostrado los ciudadanos de Cataluña. Es posible que tanto Artur Mas como Josep Antoni Duran Lleida aspiren a “reconquistar” la Generalitat ( el primero ) y a tener un puesto de responsabilidad en Madrid ( ministro o presidente del Congreso ) el segundo, pero por encima de esas apetencias personales y partidistas, está el hecho de que sus aspiraciones territoriales desde el nuevo Estatuto – una vez salga del Tribunal Constitucional – tendrán que acomodarse a la situación general de las formaciones “hermanas” a nivel del estado.

Vayamos ahora a los dos grandes: creo que es exagerado el optimismo reinante en el PSOE tras su victoria; así como es decepcionante el cierre de filas en falso que se ha producido en torno a Mariano Rajoy tras su doble e inesperada decisión de seguir al frente del partido y de ser de nuevo candidato electoral. El Congreso que convocará para el mes de junio será el de la autocomplacencia, no tendrá rivales que le disputen la presidencia desde el mínimo sentido de la competitividad y la democracia interna, y abordará cuatro años de oposición desde un distanciamiento personal con el presidente del Gobierno difícil de acortar.

Los socialistas han ganado de forma inapelable y Rodríguez Zapatero es más presidente, más secretario general y más líder que hace cuatro años. Ya no tiene para nadie el estigma de lo ocurrido el 11 de marzo del 2004 y ha aprendido – esperemos – a gobernar para todos, incluidas las clases medias que votan a sus rivales. Tiene por delante lo más difícil, que es lograr que la crisis económica que golpea a Occidente en general y a España en particular sea lo más breve y menos dolorosa posible. Y no es fácil. Para empezar, urgen las medidas de choque y urge que sólo haya una voz y una dirección en economía, la de Pedro Solbes, sin interferencias de la Oficina económica de la Presidencia, ni de otros factores externos. No voy a enumerar lo que creo más urgente en ese territorio, que pasa por la reactivación de la vivienda como motor del resto de los sectores, pero que quede escrito que las medidas fiscales deben mirar más hacia la pequeña y mediana empresa que hacia otros ámbitos, que el superávit fiscal debe invertirse de inmediato, que las infraestructuras son importantes pero no la panacea, y que a medio y largo plazo la competitividad a través de la educación y la integración constitucional de los emigrantes son dos factores de estabilidad y crecimiento que no admiten mucha más demora.

El PSOE tenía una asignatura pendiente a nivel electoral y ahí sigue: la Comunidad de Madrid y su capital. Los resultados siguen siendo malos, por más que se hayan mejorado los de las últimas elecciones autonómicas y municipales. Los socialistas han bajado en sus grandes feudos
y en uno de ellos, Alcorcón, han perdido pese a ir su alcalde encabezando la lista al Senado. No es un problema de Enrique Cascallana y ni siquiera de Tomás Gómez. O se dan cuenta en la sede central de Ferraz y en el corazón y en la cabeza federal del PSOE que en Madrid tienen que dar un giro de ciento ochenta grados o dentro de tres años se encontrarán con una nueva y aplastante derrota, ya sea a manos de Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón o de otros candidatos del PP.

En Andalucía han ganado en la doble confrontación, pero han perdido empuje y los “paracaidistas” por más buenos que sean no sirven (véase lo ocurrido con Rubalcaba); en Murcia han sido arrollados y creo que la inclusión del ministro de Justicia ha sido un error; y qué decir de la Comunidad Valenciana en la que un candidato de futuro como Esteban González Pons le ha dado un varapalo a la mismísima Vicepresidenta. Algo parecido a lo acaecido en Toledo, donde el otrora poderoso José Bono se ha visto superado de forma rotunda por un “desconocido” García Tizón, el que fuera secretario general del PP con Hernández Mancha. El ex ministro de Defensa presidirá el Congreso por el compromiso que tiene Rodríguez Zapatero, pero es la primera vez que pierde en las urnas y en su territorio. Todo un aviso para José María Barreda y un estímulo para una crecida Dolores Cospedal.

En el PP, la decisión de Rajoy de seguir ha cortado las escaramuzas sucesorias pero deja al partido con su gran reforma pendiente. El presidente del partido reivindica una tercera oportunidad, como si en política ese fuera una especia de dogma. Se compara con Felipe González y José María Aznar, pero olvida de forma intencionada que los dos venían de la oposición y no se habían sentado en el poder.

No va a ser fácil colocarse frente a un Zapatero al que ha atacado de forma personal y directa y al que ha llamado inútil y embustero en más de veinte ocasiones. Esa herida abierta no va a ser fácil de cerrar entre las dos formaciones, pese a ser muy necesaria. Tendremos que esperar a ver quienes forman parte de “mi equipo”, y hasta dónde llega la limpieza de la actual dirección que las palabras de Rajoy encierran, pero lo más cierto de todo es que había candidatos dispuestos a luchar por su puesto, que ya se estaban moviendo y que la apresurada marcha atrás no significa renuncia a sus aspiraciones.

Es posible y casi seguro que nadie saldrá a combatir en el Congreso de junio a campo abierto, desde la fidelidad al partido y la noble competencia interna con el actual presidente, pero con los datos sobre la mesa ese será un mal ejemplo para los electores. Y no parece que dentro de cuatro años, con la situación económica resuelta, Rodríguez Zapatero – que repetirá, seguro – pueda perder en las urnas ante quien ya ha perdido dos veces, pero ese será el problema de una derecha española que pide a gritos un “viaje al centro”, el mismo que realizó Aznar en sus primeros cuatro años de mandato y que le permitieron la mayoría absoluta del 2000. Por cierto, sería bueno que don Mariano piense que esa mayoría absoluta la consiguió su antecesor con apenas ciento cincuenta mil votos más que él en esta ocasión, y que la primera victoria de su partido en el año 1996 se consiguió con casi cincuenta mil votos menos que su primera derrota en el 2004. Las cifras siempre se prestan a engaños. Los análisis realizados con frialdad y sin presiones, no. España está cambiando muy deprisa y los que no tengan esa velocidad se quedarán a un lado del camino.
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